
¿Por qué será que a veces actuamos de manera incongruente con la fe que profesamos? Hasta el mismo apóstol Pablo nos abre su corazón cuando expresa: Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago (Romanos 7:15). ¿Es extraño entonces que nos suceda a nosotros?
Cuando tales actitudes nos dominen, ya sea que nosotros mismos nos demos cuenta o que otros creyentes nos reprendan, seamos honestos y reconozcamos con sinceridad nuestras malas actitudes o errores. Debemos pedir perdón si hemos defraudado u ofendido a alguien y profundizar nuestra vida espiritual, a fin de ser más capaces de tener dominio propio en toda circunstancia. Sobre todo, nunca olvidar que errar o mostrar actitudes incorrectas no significa que hayamos dejado de ser cristianos. Solo que necesitamos profundizar en nuestra fe y permitir que siempre sea el Espíritu Santo quien nos guie y no nuestras emociones…