
Siempre me es difícil definir cuál es mi versículo preferido de la Biblia porque tengo muchos. No obstante, el texto que se muestra en la imagen cautivó mi alma desde joven y a él me agarro firmemente en momentos difíciles debido al profundo significado de sus enseñanzas. Fue la primera porción bíblica que vino a mi mente tras la explosión del Hotel Saratoga el pasado 6 de mayo de 2022.
¡Cuán terrible la muerte de las personas atrapadas en los escombros, en el sótano del hotel, en el edificio de viviendas aledaño por la calle Prado, así como de quienes en el momento más desgraciado se encontraban transitando casualmente por los portales. Muchos cubanos enfrentan un dolor indescriptible, incluso quienes salvaron su vida pero perdieron sus viviendas, familiares amados y todas sus propiedades.
A su vez, dicho acontecimiento causó una inmensa tristeza a los bautistas cubanos. El edificio de Zulueta y Dragones, sede de la Convención Bautista Occidental y de la Iglesia Bautista El Calvario, fue grandemente afectado por la explosión.
¿Sabías que hasta la reconstrucción del Saratoga décadas atrás, nuestro edificio y el hotel compartían una misma pared colindante en la calle Dragones? Al hacer la excavación para el sótano y la nueva cimentación del hotel a fin de proveerle de su propia pared posterior, los cimientos de nuestra propiedad cedieron y súbitamente aparecieron grietas en las paredes de la cocina y otras habitaciones de la Casa Pastoral en la segunda planta, habitaba entonces por el Pbro. Reinaldo Sanchez y su esposa. También afloraron grietas en el piso y las paredes de la casa del Pbro. José M. Mártiz y su esposa en la planta baja. Ello requirió un trabajo cuidadoso de los constructores bajo la supervisión de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Para ello colocaron en el piso de la vivienda del pastor Mártiz testigos de yeso que en pocos días evidenciaban que los cimientos cedían a causa de la excavación realizada al lado de nuestro edificio. Todo el daño que sufrieron las casas ya mencionadas fue corregido cuidadosamente por los constructores, quienes también vertieron grandes cantidades de concreto en el subsuelo hasta que se detuvo el corrimiento citado.
Desde entonces ambos edificios ya no compartían una pared colindante. El Saratoga se reconstruyó sobre sus propios nuevos cimientos y su nueva pared posterior pudo elevarse por siete pisos más sobre la altura del nuestro. Dicha enorme pared, observable desde la propia calle Dragones, fue la que ahora cayó en gran parte sobre nuestro edificio tras la explosión. También ocurrieron los mayores desplazamientos en el mismo lateral derecho del templo –el más cercano al Saratoga–, incluyendo grietas y desplomes en locales de la iglesia y las viviendas antes mencionadas.

Internado en casa y padeciendo de Covid-19 desde una semana antes, ¿cómo negar la conmoción que sufrí al conocer del hecho? No tuve valor para escribir sobre ello hasta ahora, tres semanas después. Solo atiné a agarrarme de nuevo a las palabras leve tribulación momentánea. Enfermo y con el corazón quebrantado, me sostuvo la convicción de que aún los peores sucesos pueden proporcionarnos grandes experiencias espirituales, pues la inefable soberanía divina es capaz de transformar una gran pérdida en bendiciones antes insospechadas.
Más de sesenta años unen mi vida a ese edificio que me cautivó desde el primer día en que traspuse sus puertas. ¡Cuántas experiencias, reuniones, cultos, convenciones y congresos de todo tipo hemos disfrutado allí! Imposible recordar cuantas veces prediqué en su plataforma, ya fuera en actividades convencionales o como predicador invitado, también para impartir estudios y conferencias antes de retirarme del pastorado activo. A su vez, allí muchos mensajes inspiradores alimentaron mi alma, ayudándome a crecer en la fe y en la entrega incondicional al ministerio cristiano. ¡Cuántos momentos sublimes de adoración y compañerismo allí disfrutamos!
Los bautistas de mi generación no olvidamos las asambleas anuales en los durísimos tiempos de la década de 1960 y los años posteriores, cuando nuestra membresía convencional decrecía año tras año debido a la emigración de creyentes y pastores y al triste abandono que muchos también hacían de su fe. Aunque sufríamos intensamente, allí nos reuníamos multitud de fieles que llenando los laterales y los pasillos del templo, muchos de ellos de pie. Así cantábamos a viva voz – apenas sin instrumentos – los gloriosos himnos cubanos “A la Lid”, “Cuba para Cristo”, “Cual Josué se esforzara en la batalla” y otros que entonces nos hacían vibrar de emoción y hoy son totalmente ignorados. No obstante, comprendo que quienes no escucharon aquellos himnos convencionales entonados con un estusiasmo desafiante, difícilmente puedan imaginar el gozo celestial que emanaba de aquellos cantos de batalla en tiempos tan difíciles y contradictorios.
En nuestro emblemático edificio trabajé diariamente los cinco años que presidí la convención, durante los cuales se celebró el centenario de la organización de la misma. También por más de veinticinco años dirigí la oficina de Educación Cristiana y el Ministerio de Educación Cristiana –como se llamó después–, hasta mi retiro del ministerio activo en marzo del 2016, hecho que ocurrió también bajo la cúpula de nuestro tan amado e histórico templo.
Duele mucho la situación actual de nuestra sede. Por más de ciento treinta años los bautistas acostumbramos reunirnos allí para alabar a Dios y nutrirnos de la fuerza espiritual que el Espíritu de Dios proporciona cuando los creyentes adoran juntos. ¿A qué se refiere el apóstol al hablar de esta leve tribulación momentánea sino a la vida misma y a las dificultades que cualquier creyente o comunidad cristiana pueden afrontar en este mundo? En versículos anteriores Pablo recordó a los Corintios que la grandeza y la gloria de nuestra fe en Cristo se manifiesta en frágiles vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros (2 Corintios 4:7).
Sí, ¡somos vasos de barro débiles y quebradizos, por lo cual puede sucedernos lo peor en cualquier momento! Lo maravilloso no son nuestros cuerpos, pertenencias o edificios… ¡tampoco lo son nuestras tradiciones sean antiguas o contemporáneas! Todo ello puede ser abatido mientras nosotros, por la fe, seguiremos declarando con confianza absoluta que estamos atribulados en todo, más no angustiados; en apuros, más no desesperados; perseguidos, más no desamparados, derribados, pero no destruidos, llevando en el cuerpo siempre la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal (2 Corintios 4:8-10).
Era adolescente cuando leí en un antiguo libro – del cual olvidé su título y el autor –, que si tras la muerte de Jesús alguien junto a la cruz proclamara que después de muchos siglos posteriores el crucificado sería adorado y bendecido por gran parte de la humanidad, muchos le considerarían loco.
Tal vez no recuerde las palabras exactas, pero jamás he olvidado esa enseñanza. Al enfrentar sucesos que catalogamos como tragedias horrendas, solemos olvidar que Dios tiene poder para convertir el crimen más cruento e injusto de la historia humana en una bendición inefable para quienes confían en él. Con razón Pablo escribió: Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? Más nosotros tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:14). Aunque seamos vasos de barro, si siempre reaccionáramos con la mente de Cristo, enfrentaríamos los acontecimientos adversos sin amedrentarnos.
Si valoramos nuestras tragedias humanas a la luz de la gloriosa eternidad que disfrutaremos con Dios, los padecimientos que enfrentemos serán una leve tribulación momentánea que produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. Ningún acontecimiento adverso podrá sorprendernos ni destruir nuestra fe aunque nos cause desasosiego, provoque preguntas incontestables o suframos un dolor punzante. ¿Destruirá acaso la explosión del Saratoga a la Iglesia Bautista El Calvario o a la Convención Bautista de Cuba Occidental? Un hecho milagroso que agradecemos a Dios con toda humildad, es que ninguno de los trabajadores y los tres niños que estaban en el edificio al momento de la explosión sufrió daño alguno.
El avance indetenible de la obra de Dios no depende de edificios ni de construcciones aunque las necesitemos debido a nuestra condición de vasos de barro. ¿Nos dañará el período seguramente largo que llevará la reconstrucción de nuestro templo insignia? La iglesia ha continuado reuniéndose y predicando el Evangelio de Cristo en lugares hasta ahora jamás soñados. ¡Dios tiene planes de bendición!
Nuestra Convención Bautista promociona y alienta el trabajo de más de 500 iglesias desde las mismas oficinas que usó por muchísimos años cuando nuestras congregaciones eran una cantidad ínfima, por lo cual ya necesita de su propio edificio sede; tal como poseen otras obras evangélicas cubanas con lugares de reunión, cuartos de hospedaje, oficinas bien equipadas, centro de comunicaciones, comedor, cocina, almacenes y el lugar apropiado que soñamos para el añorado Museo Bautista, a fin de conservar cuidadosamente nuestros documentos y valores históricos. La propia Iglesia El Calvario también necesita todas las capacidades del edificio actual. ¿Será que esta circunstancia adversa abrirá las puertas para suplir las necesidades lógicas de una obra en crecimiento? ¡Dios proveerá todo lo necesario para ello!
Agradecemos grandemente que las autoridades del país manifiesten una disposición altamente favorable para facilitar la reconstrucción de nuestro edificio por su alto valor histórico y patrimonial, así como en la búsqueda de un lugar cercano donde la iglesia realice su ministerio de manera estable mientras se restaura y reconstruye nuestro edificio dañado. No obstante, ¡jamás debiéramos olvidar que el cristianismo conquistó el mundo sin edificios aunque hoy los estimemos indispensables! No poder utilizar un edificio no significa en lo absoluto que la obra de Dios vaya a detenerse.
En esta hora de indiscutible dolor, se requiere que actuemos con sabiduría, gracia, amor y generosidad sin límites para con quienes nos rodean que no conocen de Cristo. Incluso para con aquellos que nos desprecian, tal como enseñó Jesús en el Sermón del Monte. Nosotros también a veces necesitamos que los duros golpes de la vida nos hagan recapacitar. Estoy convencido de que dadas las profundas necesidades materiales y espirituales del pueblo cubano, estamos a las puertas de otro avivamiento como el que nos sorprendió en la década de 1990 y en los años posteriores. ¡No lo dudemos!
Por mi parte, anciano y ahora enfermo tras más de sesenta años sirviendo al Señor dentro de la Convención Bautista de Cuba Occidental, si Dios me concede vida para ver de nuevo el templo de la Iglesia Bautista El Calvario en todo su esplendor, entraré a él lleno de gozo y me sentaré directamente debajo de la hermosa luminaria que cuelga de su cúpula. Aunque siempre me he alejado de esa lámpara que ilumina el local desde 1938 temiendo que un día aciago pudiera caer sobre los asistentes, ella resistió inconmovible la explosión y la destrucción del edificio.
Dicha lámpara merece que la reconozcamos como nuestro símbolo perpetuo de gloria y victoria. Bajo ella me sentaré y recordaré la inolvidable noche que celebramos el centenario de la Convención en el año 2005, mientras toda la congregación cantaba emocionada el impresionante Coro Aleluya de G. F. Handel.
Sí, volveremos a disfrutar de nuestro histórico santuario completamente restaurado, más hermoso y funcional que nunca. ¿Crees esto?
Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Juan 5:4)
Muy cierto todo!!! Nos gozamos en Dios por Su inmenso Amor y Misericordia. Sabemos que todo obra para bien y confiamos en que Él abrirá puertas, moverá voluntades y tocará corazones para que esa esperanza y ese deseo de todos, de ver restaurado nuestro templo insigne, sea pronto una realidad!!! Dios bendiga y fortalezca a todos los que estarán trabajando y gestionando todo lo necesario para ello. La gloria siempre para nuestro Dios!!!
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Gracias pastor por tan maravilloso mensaje,toda la gloria sea a Dios
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Sin duda alguna Alberto, esa lampara del templo Calvario volvera a brillar como candelabro testimonial del Dios que tenemos….Gloria a su nonbre….! , y su nombrre es «JEHOVA DE LOS EJERCITOS «……!
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Es un mensaje maravilloso, gracias Pastor. Verdaderamente es un honor volver a escuchar sus mensajes, Gracias a Dios por su vida y familia.
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Amén Pastor eso es muy cierto. Nuestro Dios es majestuoso el tiene grandes planes para nuestra obra. Todo obra para bien como dice Pablo.
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Amén!!!Sí, lo creemos como creemos que está haciendo cosas a favor de su pueblo.Cuando mis niños eran pequeños los llevaba al anfiteatro,si alguien me hubiera dicho que años mas tarde yo estaría allí alabando a Dios y escuchando su palabra no lo hubiera creido.¡¡Nuestro Dios es Soberano a Él sea toda la Gloria!!
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Gracias, querido hermano Alberto, por dejarte usar por nuestro Señor, para expresar con «verbo encendido», como se decía antes, los pensamientos que todos de una manera u otra hemos tenido, pero no hemos podido explicar de ese modo.
Mil bendiciones.
Emigdio
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Amén Pastor eso es muy cierto. Nuestro Dios es majestuoso el tiene grandes planes para nuestra obra. Todo obra para bien para los que aman a Dios como dice Pablo.
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