Adoración (3)

Muchas personas consideran la adoración como un acto que solo se realiza circunstancialmente cuando nos reunimos y apartamos para alabar a Dios. Por ello, si alguien nos pregunta por qué vamos a la iglesia, contestamos sin demora:

–Vamos a la iglesia a adorar a Dios.

No obstante, ¿será posible que asistamos a la iglesia, participemos en la alabanza, escuchemos un mensaje bíblico y no estemos verdaderamente adorando a Dios? Desde el Antiguo Testamento los profetas nos alertan de que tal posibilidad es muy común. El propio Jesús, citando un pasaje del profeta Isaías, dice lo siguiente: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías diciendo: Este pueblo de labios me honra, más su corazón está lejos de mi (Marcos 7:6). De modo que si voy al templo y me emociono cantando y diciéndole palabras hermosas al Señor, pero cuando todo termina no aplico tales verdades a mi vida diaria… ¡mi adoración será vacía, inútil y más bien ofensiva para Dios!

Para que nuestra alabanza glorifique al Señor y exalte en verdad su nombre, debemos practicar las verdades que decimos y expresamos durante nuestra adoración. De otro modo, todo no será más que palabras o acciones vacías que tal vez disfrutemos al realizarlas, pero si no las respaldamos con nuestra vida diaria no le agradarán al Señor, sino más bien le ofenderán… Recordemos las palabras que el profeta Amós pone en labios de Dios: Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé la salmodia de tus instrumentos (Amós 5:23)…  Si nuestra vida no respalda lo que decimos y hacemos en la adoración, realmente no estaremos adorando…

 

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