Tiempos peligrosos

Cuando el apóstol Pablo escribió su segunda carta a Timoteo, en la cual le advierte sobre postreros tiempos peligrosos, se proponía ayudar y animar al joven ministro en su desempeño pastoral. Por ello, al describir la conducta despiadada de algunos de su propia época que tenían apariencia de piedad pero negaban la eficacia de ella—tal como él mismo apóstol experimentó—, le advierte a su discípulo: a estos evita (2 Timoteo 3:5). La Nueva Traducción Viviente de la Biblia (NTV) traduce ese versículo de la siguiente manera: ¡Aléjate de esa clase de individuos!

Sin embargo, no creamos que Pablo aconseja a Timoteo virar la espalda totalmente a tales personas, porque en la misma epístola insiste: que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (4:2). Aunque Timoteo debía rechazar las conductas impías que le rodeaban, su deber era predicar y modelar a Cristo delante de los incrédulos sin dejarse arrastrar por sus costumbres.   

He escuchado a predicadores usar tal pasaje bíblico describiéndolo como profético de los tiempos actuales, sin embargo —aunque así podría aplicarse—, el apóstol solo advertía al joven sobre la condición pecaminosa de sus coetáneos, para que desarrollara su futuro ministerio sin amilanarse por ello.

Siempre que leo en 2 Timoteo 3:1-5 la descripción paulina de la corrupción humana, me gusta recordar las palabras antónimas de las actitudes o malas acciones que Pablo reseña, pues me ayudan a comprender el “saneamiento espiritual” que pudiéramos aportar a la sociedad los creyentes si pusiéramos en práctica todo lo que el Señor exige de nosotros. ¿Me explico? Pablo declara a su discípulo que los seres humanos seguirían siendo amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella (vs.3-5). ¡Qué cuadro, y cuán cotidianamente constatamos tales comportamientos a nuestro alrededor! Si es así, ¿cómo deberíamos los creyentes responder a tal influencia?

Realizando el ejercicio mencionado de cambiar los calificativos paulinos sobre la humanidad de su época por sus antónimos o significados contrarios a los versículos antes citados, encontraríamos lo siguiente: Porque los seres humanos deberán amar al prójimo como a sí mismos, ser generosos, modestos, humildes, piadosos, respetuosos de la autoridad, agradecidos, devotos, muy afectuosos, compasivos, veraces, comprensivos, misericordiosos, deseosos de hacer lo bueno, fieles, sensatos, prudentes, amadores de Dios más que de los deleites, por lo tanto, la expresión de su fe no sería solo apariencia, sino la más genuina expresión de ella. ¿Comprendes? Si los creyentes contemporáneos fuésemos así, poniendo en práctica esas virtudes totalmente contrapuestas a la impiedad que nos rodea —a pesar de estos tiempos tan difíciles y peligrosos—, lograríamos que muchos se interesaran en el mensaje cristiano, la vida sería más hermosa y agradable para todos y nuestro testimonio más eficaz.

Sé por experiencia propia —¿alguien lo duda?— cuán difícil es devolver amor si nos tratan con desprecio; ser generosos cuando nos oprimen; permanecer totalmente veraces aunque nos mientan descaradamente a diario o cuando mintiendo pudiéramos escapar de situaciones injustas; humildes cuando nos tratan despóticamente despojándonos de nuestros derechos… ¡y respetuosos de la autoridad —sea la que fuere—, aunque la misma se lave las manos en los momentos y situaciones cuando su intervención nos resulta imprescindible! Por ello, a pesar de esas frustrantes realidades comunes en el mundo actual, sigo creyendo que jamás debemos olvidar que somos seguidores de Cristo, quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa a quien juzga justamente (1 Pedro 2:23).

Nunca debiéramos actuar como los que no tienen conocimiento de la Palabra de Dios. Bajo ningún concepto —ni aún en las más injustas circunstancias—, podríamos pagar a nuestros enemigos con la misma moneda. No podemos aportar más miseria humana al mundo porque ya basta con la existente.

De modo que, en estos tiempos tan confusos, peligrosos y frustrantes, sigue siendo imprescindible y válida la tan antigua como brillante expresión paulina: No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal (Romanos 12:21).     

3 comentarios sobre “Tiempos peligrosos

  1. ¡ Mi hermano,a esta hora 5: 40 a.m. leo este hermoso contenido de La Palabra de Dios,el cuál me alienta a seguir su consejo en este tiempo que sugiere a desanimarse ante lo que ocurre a mi alrededor con gente amadora de sí misma! ¡Dios te bendiga por siempre!

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    1. Creo, hermano, que en muchos sentidos todos sentimos lo mismo. La maldad reinante es opresiva… al menos debemos lograr que la amargura, el desprecio y la desesperanza no contaminen nuestro corazón. Dios te bendiga.

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