Honor en vida a quien lo merece

Constantemente veo en Facebook al pastor Nilo Dominguez Domínguez ―quien actualmente vive en Miami, Fl―, predicando en diferentes iglesias y actividades con el mismo fervor y entusiasmo que le son característicos desde su juventud. Graduado a los veinticinco años de edad del Seminario Teológico Bautista de La Habana, en febrero de 1963 (hace 60 años), se jubiló del pastorado activo el 11 de enero de 2006, tras desempeñar un ministerio prodigioso durante cuarenta y tres años. 

Para quienes conocimos tanto su labor pastoral como su liderazgo convencional, no nos extraña que este héroe de la fe, cerca de cumplir los ochenta y cinco años de edad, siga activo, lúcido y comprometido con la proclamación de la Palabra de Dios con la pasión y fervor que le caracterizaron siempre. En muchos sentidos, de él pudiera decirse como de Moisés: nadie como él (Deuteronomio 34:11ª).

Me correspondió predicar en el culto que se celebró el 11 de enero del 2006 en la Iglesia Bautista de Arroyo Apolo en La Habana para hacer efectivo el retiro del ministerio activo del amado pastor y su esposa, la misionera Virginia González. Casualmente encontré días atrás el mensaje que preparé para aquella ocasión y pensé que debía publicar algunas de las palabras que pronuncié aquella noche sobre ellos. Algunas de mis afirmaciones puedo compartirlas debido a la muy profunda y cercana relación de amor cristiano que ambos hemos conservado durante toda la vida. Helas aquí:

Mis muy amados Nilo y Virginia: ¡Qué tremendo ejemplo nos han dado de una verdadera entrega al Señor y a su obra! Como actual presidente de la Convención Bautista de Cuba Occidental, en la cual han ministrado durante tantos años deseo recordarles las palabras que un día escucharán al entrar al Reino celestial: ¡Bien, buen siervo fiel!

Nilo: ¡Nadie como tú! Difícil será que tengamos otro pastor con tu ímpetu. por lo cual jamás olvidaremos muchas de tus características personales. Por ejemplo:

No olvidaremos tus carteles, tal vez no siempre muy artísticos, ¡pero hechos con tanta pasión que resultaban efectivos!

No olvidaremos tu desentono al cantar, porque pese a ello… ¡era inspirador escucharte! Tu ausente oído musical jamás logró impedir que tu corazón alabara al Señor cantando himnos desde el fondo de tu alma.

No olvidaremos tu vieja máquina de escribir –ella misma es un trofeo— donde hiciste innumerables cartas, boletines, promociones y artículos. ¿Cómo pudiste hacer tanto con tan pocos recursos?

No olvidaremos tus dichos, tus sermones, tu fuerza, sinceridad, vehemencia ni tus lágrimas al proclamar la Palabra de Dios, así como tu entrega, espíritu de sacrificio, persistencia, humildad, disciplina y sencillez.

No olvidaremos tu profundo compromiso pastoral con los miembros de las iglesias que atendiste. Cuando prediqué en ellas y visitaba contigo a los hermanos y hermanas en sus casas, comprendí cuan tierna, profunda, sincera y amorosamente compartida era tu relación con las ovejas del rebaño. ¡Siempre te admiré por ello!

No olvidaremos que tanto en los retiros de Yumurí como en las reuniones anuales de nuestra convención, te sentabas junto a Virginia en las primeras filas. Tú, que tenías y tienes tanto que enseñar, siempre estabas dispuesto a escuchar y aprender mientras otros más jóvenes y prepotentes, preferían quedarse conversando afuera de las reuniones. Era emocionante verlos a ustedes dos, siempre sentados en primera línea, captando y disfrutando cada enseñanza, lo cual era una inspiración para todos y especialmente para mí.

No olvidaremos que aunque sirvieron al Señor en tiempos muy difíciles, ustedes enfrentaron las adversidades con buen espíritu, conscientes de que estaban haciendo la voluntad del Señor.

No olvidaremos que pudieron salir fácilmente de Cuba tras salir de la prisión, pero Nilo decidió quedarse y servir a su pueblo y a su amada Convención Bautista de Cuba Occidental. Lo hizo con verdadero amor, sacrificio, entrega absoluta y sin la menor muestra de amargura por la tremenda injusticia sufrida. Con amor dejó su sudor, su vida y las suelas de sus zapatos en San Cristóbal, Caibarién, Cruces, Tapaste, Arroyo Apolo y en las muchas iglesias cubanas donde predicó ―emocionado hasta las lágrimas― sus inolvidables y muy fructíferos mensajes de evangelismo. ¡Quiera el Señor que tras su partida se levanten otros de su misma estirpe! Reconozco que será difícil… ¡muy difícil!

No olvidaremos que Nilo fue la persona que Dios usó en nuestra convención para iniciar el avivamiento misionero y de plantación de iglesias que comenzó a desarrollarse entre nosotros durante su presidencia. No olvidaremos que ambos dieron a la obra bautista cubana los más útiles y productivos tiempos de su vida ministerial.

Repito entonces las palabras que aunque les dará más gozo escucharlas de labios del Señor, esta congregación desea dedicárselas en esta noche a nombre de la multitud de cubanos que fuimos bendecidos por vuestro fructífero y largo ministerio.  ¡Bien, buen siervo fiel! ¡Bien, buen siervo fiel! Esas palabras valen más que ninguna corona, diploma o trofeo, porque lo que jamás será echado al olvido es el reconocimiento del Señor a sus siervos que han sido fieles. ¡Qué bendición haberles tenido por tanto tiempo entre nosotros! ¡A Dios sea la gloria!

Diecisiete años después de aquel emotivo culto de despedida, Virginia desde hace años disfruta de la presencia del Señor mientras el incansable, insustituible, e insuperable pastor, predicador y misionero Nilo Domínguez continúa en la brecha. ¡Qué hombre de Dios! Todavía recuerdo emocionado la mañana en que llegó llorando como un niño a mi oficina en el Centro Bautista, para informarme de su decisión de marcharse del país.

¡Qué trabajo me dio consolarle! Estaba angustiado y triste por emigrar dejando atrás la obra convencional que tanto amaba, temiendo no poder ser tan útil en Estados Unidos como lo había sido en Cuba debido a sus años. ¡Se equivocó totalmente nuestro admirado hermano! Dios ha seguido usándole con poder. Su ministerio continúa alcanzando y bendiciendo a muchos hasta el día de hoy. Acabo de ver una foto suya asistiendo como oyente a una conferencia del Dr. Bárbaro Marrero, (quien fue su alumno en el seminario) sobre los principios de un liderazgo efectivo. Imagino que dicha conferencia fue magistral, pero la presencia de Nilo allí, un líder cristiano efectivo y a la vez humilde hasta la médula, dispuesto siempre a escuchar y aprender, fue sin duda, la demostración más convincente de los principios del liderazgo cristiano. A diferencia de otros líderes cristianos actuales, un líder como él, tan excepcionalmente usado y bendecido por Dios, Nilo mantiene su ego dominado y controlado por la gracia de Dios, lo cual es el verdadero secreto de su grandeza.

¡Que ministerio tan útil, fructífero y largo el de este siervo del Señor! Necesitamos a muchos como él, dispuestos siempre a aprender y escuchar de otros aunque ellos mismos tengan más que decir, pues ya lo han vivido y entregado todo. Conocí a Nilo hace sesenta años, cuando entré a la obra bautista y él comenzaba su ministerio. Siempre me impresionó y admiré su ímpetu, fidelidad y entrega sin reservas al Señor y a su obra. Damos gracias a Dios por la vida de este hombre de Dios y rogamos al Señor que le conserve fuerza y salud suficiente para que muchos podamos seguir disfrutando de su vida y entrega al ministerio cristiano.

Tiempos peligrosos

Cuando el apóstol Pablo escribió su segunda carta a Timoteo, en la cual le advierte sobre postreros tiempos peligrosos, se proponía ayudar y animar al joven ministro en su desempeño pastoral. Por ello, al describir la conducta despiadada de algunos de su propia época que tenían apariencia de piedad pero negaban la eficacia de ella—tal como él mismo apóstol experimentó—, le advierte a su discípulo: a estos evita (2 Timoteo 3:5). La Nueva Traducción Viviente de la Biblia (NTV) traduce ese versículo de la siguiente manera: ¡Aléjate de esa clase de individuos!

Sin embargo, no creamos que Pablo aconseja a Timoteo virar la espalda totalmente a tales personas, porque en la misma epístola insiste: que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (4:2). Aunque Timoteo debía rechazar las conductas impías que le rodeaban, su deber era predicar y modelar a Cristo delante de los incrédulos sin dejarse arrastrar por sus costumbres.   

He escuchado a predicadores usar tal pasaje bíblico describiéndolo como profético de los tiempos actuales, sin embargo —aunque así podría aplicarse—, el apóstol solo advertía al joven sobre la condición pecaminosa de sus coetáneos, para que desarrollara su futuro ministerio sin amilanarse por ello.

Siempre que leo en 2 Timoteo 3:1-5 la descripción paulina de la corrupción humana, me gusta recordar las palabras antónimas de las actitudes o malas acciones que Pablo reseña, pues me ayudan a comprender el “saneamiento espiritual” que pudiéramos aportar a la sociedad los creyentes si pusiéramos en práctica todo lo que el Señor exige de nosotros. ¿Me explico? Pablo declara a su discípulo que los seres humanos seguirían siendo amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella (vs.3-5). ¡Qué cuadro, y cuán cotidianamente constatamos tales comportamientos a nuestro alrededor! Si es así, ¿cómo deberíamos los creyentes responder a tal influencia?

Realizando el ejercicio mencionado de cambiar los calificativos paulinos sobre la humanidad de su época por sus antónimos o significados contrarios a los versículos antes citados, encontraríamos lo siguiente: Porque los seres humanos deberán amar al prójimo como a sí mismos, ser generosos, modestos, humildes, piadosos, respetuosos de la autoridad, agradecidos, devotos, muy afectuosos, compasivos, veraces, comprensivos, misericordiosos, deseosos de hacer lo bueno, fieles, sensatos, prudentes, amadores de Dios más que de los deleites, por lo tanto, la expresión de su fe no sería solo apariencia, sino la más genuina expresión de ella. ¿Comprendes? Si los creyentes contemporáneos fuésemos así, poniendo en práctica esas virtudes totalmente contrapuestas a la impiedad que nos rodea —a pesar de estos tiempos tan difíciles y peligrosos—, lograríamos que muchos se interesaran en el mensaje cristiano, la vida sería más hermosa y agradable para todos y nuestro testimonio más eficaz.

Sé por experiencia propia —¿alguien lo duda?— cuán difícil es devolver amor si nos tratan con desprecio; ser generosos cuando nos oprimen; permanecer totalmente veraces aunque nos mientan descaradamente a diario o cuando mintiendo pudiéramos escapar de situaciones injustas; humildes cuando nos tratan despóticamente despojándonos de nuestros derechos… ¡y respetuosos de la autoridad —sea la que fuere—, aunque la misma se lave las manos en los momentos y situaciones cuando su intervención nos resulta imprescindible! Por ello, a pesar de esas frustrantes realidades comunes en el mundo actual, sigo creyendo que jamás debemos olvidar que somos seguidores de Cristo, quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa a quien juzga justamente (1 Pedro 2:23).

Nunca debiéramos actuar como los que no tienen conocimiento de la Palabra de Dios. Bajo ningún concepto —ni aún en las más injustas circunstancias—, podríamos pagar a nuestros enemigos con la misma moneda. No podemos aportar más miseria humana al mundo porque ya basta con la existente.

De modo que, en estos tiempos tan confusos, peligrosos y frustrantes, sigue siendo imprescindible y válida la tan antigua como brillante expresión paulina: No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal (Romanos 12:21).     

Día del amor y la amistad

Celebrar el día 14 de febrero proviene de la leyenda de San Valentín, de quien se dijo haber sido decapitado en Roma porque el emperador prohibió el matrimonio creyendo que los hombres casados eran peores guerreros, y el sacerdote continuó casándolos. Por ello el “Día de los Enamorados” se instituyó dos siglos después de la supuesta ejecución de San Valentín,  celebrándose mundialmente por los siguientes diecisiete siglos.

El 10 de mayo de 1967, por no existir prueba histórica sobre su vida y obra, el papa Pablo VI excluyó a San Valentin del calendario litúrgico, tras lo cual la fecha festiva dejó de ser el «Día de los Enamorados» y se convirtió en el “Día del amor y la amistad”.

Aunque entonces no acepté el cambio por considerar que despojaba a los enamorados del placer de celebrar su día y dedicarlo al amor en general, creo que fue bueno reconocer el papel del amor en todas las relaciones humanas, no solo en su aspecto romántico. La Biblia enseña que el que no ama, no conoce a Dios porque Dios es amor (1 Juan 4:8). Al celebrar este día, los más incrédulos sin saberlo exaltan a Dios, la fuente del amor. Ignoran también que el apóstol Pablo escribió palabras inigualables, declarando al amor como la mayor de las tres virtudes cardinales: Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estas tres, pero la mayor de ellas es el amor (1 Corintios 13:13),   

El amor mantiene vivas la fe y la esperanza cuando todo parece perdido. Creemos y esperamos en Dios porque primero él nos amó tal como somos. La complejidad de las relaciones en la vida contemporánea hace del amor un instrumento imprescindible para el bienestar común. A quienes amamos les valoramos, cuidamos y respetamos. Quienes nos aman continuarán valorándonos a pesar de nuestros desatinos. Tal vez por ello el apóstol Pedro escribió: Y ante todo, tened entre vosotros perfecto amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados (1 Pedro 4:8).

Un pastor me contó de alguien que publicaba la mala conducta de sus hijos pequeños con tanta frecuencia y dureza que él le preguntó si los amaba.

—¡Pastor! ¿Cómo se le ocurre? Me ofende con eso. 

—Se me ocurre —contestó el pastor— porque la Biblia dice que el amor cubrirá multitud de pecados y perdóneme, usted parece disfrutar divulgando las malacrianzas de sus pequeños sin mostrar amor ni generosidad para con ellos. ¿Qué gana con eso?

—Gano que todos vean cuánto sufro y oren por mí —contestó.

El pastor le insistió que en vez considerarse a sí misma maltratada por sus hijos, por amor a ellos buscara la dirección divina para educarlos mejor. De una manera egoísta ella estaba trasmitíendo una imagen distorsionada de sus hijos, ocultando así sus muchos errores al descuidarles y no educarles correctamente.  

Cuando la Biblia nos dice que el amor cubrirá multitud de pecados no significa que pasemos por alto la existencia de estos en nuestra vida o la de los demás, sino que decidamos hacer como él, quien planeó el modo de redimir nuestra conducta pecaminosa involucrándose en el proceso y amándonos hasta lo sumo. ¡Por ello envió a su hijo para salvarnos!.

Que nos disguste el mal comportamiento de quienes amamos no significa que debamos exhibirlos en la picota pública. ¡Jamás intentes incrementar tu prestigio demeritando a otros! Todos cometemos errores y la mejor manera de ayudarnos es mostrándonos un amor genuino. Por eso Pedro también insiste: Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal amor (2 Pedro 1: 5-7).

No dudes que el amor, desde la fe cristiana, logre el prodigio de un proceso redentor que bendice e involucrará tanto a quien lo comparte como a quien lo recibe, aunque haya sufrimiento en el proceso. Lo hará porque al ser verdadero, responsable, comprometido y digno, el verdadero amor jamás se gozará en demeritar o destruir a alguien, pues su misión es elevarnos a todos a una condición humana más alta, disfrutable y por lo tanto, bendecida.

¡Feliz día del amor y la amistad!

Reflexiones sobre la adoración

Muchas iglesias acostumbran ahora a usar música estridente y con derroche de emociones, concebida como la adoración atractiva y disfrutable que precede a la exposición de la Palabra, lo cual podría —si nos descuidamos—, trasmitir un mensaje equivocado. Si nuestras alabanzas no provocan un interés profundo y sincero por la exposición de la Biblia, no clasifican como “adoración” aunque utilicen cantos preciosos, voces melodiosas, recursos artísticos,  tecnológicos y promuevan sentimientos vibrantes.

Un pastor me contó de una iglesia donde por un tiempo excesivamente largo se mantuvo a los fieles de pie, mientras se desarrollaba una adoración jubilosa, emotiva y físicamente activa. Cuando al fin se invitó a los presentes a sentarse, escuchó a dos mujeres detrás de él —al parecer, visitantes—, comentar:

—¿Sentarnos ahora? ¿Y qué viene después?—, dijo una de ellas.   

—Prepárate —advirtió la otra—, tienen una música riquísima, pero ahora viene una perorata insoportable. ¿Nos vamos?  

En vez de disponerse a continuar adorando, ya estaban satisfechas y deseosas de irse.  

¿Sabes qué hacía en mi adolescencia si un culto se extendía, asustado porque aún faltaba el sermón? ¡Buscaba cómo entretenerme! Mi pastor descubrió un domingo que un grupo de nosotros intercambiábamos papelitos mientras él predicaba. Nos reunió… ¡y agradeció que en vez de conversar nos comunicáramos escribiéndonos, pues así no molestábamos a los demás! No obstante, insistió que debíamos vencer esa tentación.   

—Hay partes del culto cuando es demasiado irreverente entretenerse —explicó—, pues significaría como darle la espalda a Dios y seguramente ustedes no querrían hacer eso. Una es cuando se lee la Biblia y la otra cuando se predica, ¡Son momentos en el que Dios habla y todo el mundo debe callar! Si se entretienen en otra parte del culto estaría mal, pero es menos grave.

¡Qué espíritu tan compasivo y con cuánto amor nos habló el pastor! Él exigía que al leer la Biblia la congregación estuviera de pie en absoluto silencio. Si alguien llegaba en esos momentos, debía detenerse en la puerta y escuchar, evitando que cualquier ruido o movimiento interrumpiera la solemnidad de la lectura bíblica, de modo que viví esa experiencia cada domingo desde niño. Según mi pastor, leer la Biblia era como si Dios mismo estuviera hablando a la congregación, Lógicamente el sermón requería de la misma atención y disciplina por ser la explicación y aplicación de la misma.  

Dios usa tanto a los predicadores como a quienes ministran dirigiendo la alabanza, los cantantes, instrumentistas, sonidistas, coros y grupos musicales, etc. Pero obviamente las alabanzas no deben dejar a una congregación agotada y cansada, sino ávida por escuchar y aprender de la Palabra de Dios.

¿Solo se exalta la gloria de Dios con composiciones musicales y participaciones artísticas impresionantes? Definitivamente no. El interés que mostremos por la exposición bíblica es un factor que demuestra la calidad de nuestra adoración. Me preocupa que al adorar hoy dependamos cada vez más de recursos tecnológicos y música altisonante que estimule mover nuestros cuerpos por la intensidad de sus ritmos y ondas sonoras. La repetición de sonidos estridentes parece llegar al fondo del alma, pero es solo una percepción auditiva y no es necesariamente una manifestación de espiritualidad.

Cuando el profeta Amós clama de parte de Dios: ¡Fuera de aquí con esos ruidosos himnos de alabanza! No escucharé la música de sus arpas. En cambio, quiero ver una inundación de justicia y un río inagotable de rectitud (Amós 5:23-24, NTV); enseña que la verdadera adoración no es un rato místico y a la vez entusiasta de música, emociones y movimientos físicos, sino una actividad que exige de los adoradores una obediencia absoluta a los reclamos divinos.

El actual proceso corruptor y hedonista pudiera hacernos creer que para exaltar la gloria de Dios es necesario un derroche de recursos que —junto al despliegue de talentos y habilidades personales—, nos provoque disfrutar al máximo, como en cualquier espectáculo artístico. ¿Será que algunas reuniones cristianas puedan no estar exaltando a Dios sino a la destreza humana, especialmente cuando la más pura exposición bíblica quede relegada al mínimo o al tiempo cuando ya las personas están agotadas?

Adorando a Dios podemos emocionarnos hasta lo sumo tanto si tenemos instrumentos musicales como si no existen en cien kilómetros a la redonda. Lo esencial no es que usemos recursos artísticos o tecnológicos, sino que experimentemos la presencia de Dios, tan real cuando cantamos en voz alta como cuando oramos en silencio, leemos la Biblia o escuchamos con atención profunda la predicación. ¿Nos emocionaremos solo si hay redoble de platillos, volumen altisonante, manifestaciones artísticas y movimientos corporales? ¡Cuidado! También glorificamos al Señor cuando totalmente absortos, en silencio y reverencia total, escuchemos y obedezcamos la Palabra de Dios dispuestos a tomar las decisiones pertinentes —que aunque sean difíciles, provoquen lágrimas y constricción—, nos permitan complacerle a él y no a nosotros mismos.  

El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón.

Salmo 40:8

Contar nuestros días

Cuando leo el Salmo 90 me intrigan las palabras contar nuestros días. ¿No es más normal contar nuestros años como naturalmente hacemos? Así que por curiosidad decidí contar mis días. Multipliqué mis 79 años ya concluidos por 365, sumándole 20 días más debido a los años bisiestos transcurridos desde 1943 cuando nací, y los días vividos desde mi último cumpleaños. ¡Mi investigación reveló 28,953 días! ¿Conoces el himno titulado: “La vida se va como el viento”?  

Como la palabra día en plural puede referirse a un período de tiempo, al leer: Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría (Salmo 90:12), no se refiere al proceso que narré para contar mis días, sino a lo que expresa mejor la Nueva Traducción Viviente (NTV): Enséñanos a entender la brevedad de la vida para que crezcamos en sabiduría.

Ahora recuerdo con amor y gratitud algunas personas adultas que en mi juventud me retaban y amonestaban a acercarme a Dios con humildad y reverencia, orar, leer la Biblia con seriedad y acatar fielmente sus enseñanzas. Cuando acepté sus consejos —o sus regaños—, siempre fui bendecido. Quienes más me ayudaron a crecer en mi fe entonces no fueron los amigos de la escuela cristiana donde estudié ni los jóvenes de mi iglesia, sino cristianos adultos que me compartieron con sencillez y naturalidad la sabiduría espiritual adquirida al paso de los años. Entonces creía que mi ancianidad estaba demasiado lejana. ¿Cómo fue posible que 28,953 días transcurrieran como un pensamiento (Salmo 90:9)?

Como la humanidad cada vez es más frenética y segmentada, percibo que en algunas iglesias todo parece hacerse por atraer a los jóvenes mientras estos tienden a no acercarse a los mayores como si nada pudiesen aprender de ellos. También me preocupa si en la adoración no se propician espacios de solemnidad y reverencia, sino un desempeño musical bullicioso que encanta a los jóvenes, pero no bendice igual a los adultos que añoran los antiguos himnos que inspiraron y alimentaron su espiritualidad por muchos años. ¿Acaso la adoración no debiera involucrar e impactar a todos los presentes?

Adorar incluye la exaltación de la grandeza de Dios, sus hechos portentosos y también la introspección que analiza cómo andan los días de nuestra vida, si vivimos en santidad, actuamos con sabiduría y obediencia al Señor. No todo puede ser alabanzas sin límites en la adoración. También puede haber arrepentimiento, súplicas de perdón y manifestaciones de angustia y dolor como las que leemos en los Salmos 42 y 43 ¿Te atreverías a decir que el salmista es irreverente o falto de fe al declarar su abatimiento? La adoración no es un bálsamo prodigioso que nos permita olvidar nuestros pecados o los sufrimientos que enfrentamos; tambien es un recurso inigualable para analizar delante de Dios cada acción de nuestra vida y recibir tanto su bendición como su reprensión o su perdón. Si todo es fiesta y delirio en la adoración, tal vez no estemos adorando, sino complaciéndonos a nosotros mismos.    

He escuchado varias veces de personas que asistían por primera vez a una iglesia y sintieron como que estaban en una discoteca. ¡Qué pena si así sucede! El mensaje del amor de Dios en Cristo no requiere de tanto ruido para alcanzar al corazón necesitado que busca la fe salvadora, lo cual proviene más de la obra del Espíritu Santo y del genuino testimonio de otros creyentes, que de una música ensordecedora que no apela a la espiritualidad de los presentes. No olvidemos que la adoración a Dios —aun la más exaltada— debe provocar sumisión y obediencia a los reclamos divinos y no solamente deleite al cuerpo y los oídos. Creo que algunas iglesias y sus músicos están haciendo una maligna contribución a los problemas auditivos que tendrán algunos de sus asistentes en un futuro cercano. ¿Ignoran los ministros de adoración que un nivel incesante y repetitivo de decibeles por encima del normal que resiste el oído humano (70 Db) puede dañarlo irreversiblemente?  

Como el Salmo 150 invita a usar diferentes instrumentos, incluyendo el pandero y la danza para adorar a Dios, es obvio que nuestra adoración puede ser alegre y entusiasta, incluir expresiones artísticas y utilizar diversidad de recursos. He predicado en iglesias donde hubo de todo ello y fue tan bien planeada y balanceada la adoración —dirigida tanto por jóvenes como por adultos—, que resultó una verdadera experiencia espiritual que preparó a los presentes para lo que es fundamental en el culto cristiano evangélico: la exposición de la Palabra de Dios. Por ello, quienes dirijan la adoración, los instrumentistas, cantantes y también los predicadores, deben recordar que las plataformas de nuestros templos no son escenarios teatrales. Son lugares santos desde los cuales la iglesia reunida es retada a adorar a Dios y escuchar con devoción las enseñanzas bíblicas. Incluso cuando se muestren sobre ellas alguna obra o representación artística, estas deben regirse por los mismos principios espirituales. Tanto la enseñanza allí representada como las actuaciones, el vocabulario de quienes trabajen en dicha obra y las reacciones que provoque en la congregación, deberán glorificar el nombre de Dios y estar en total sintonía con los principios y la fe que sustentamos.

No olvidemos que el fuego fatuo de las filosofías y costumbres mundanas puede confundirnos y penetrar en nuestras iglesias y conductas personales. Por ello, el llamado del Salmo 90 a contar nuestros días para que crezcamos en sabiduría es un mensaje de alerta, una amorosa advertencia. ¡Es tan breve la vida humana y hay tantos peligros acechando!

¿Te atreverías a sacar la cuenta de tus días? Te sorprenderá el número de ellos y la velocidad con que transcurrieron. Si eres joven, también recuerda que nadie sabe cuánto tiempo vivirá. Por lo tanto, a todos nos urge buscar más de Dios y adorarle con sabiduría y devoción absolutas, pues solo así podremos vivir el tiempo que resta en la carne, no conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios (1 Pedro 4:2).