
Constantemente veo en Facebook al pastor Nilo Dominguez Domínguez ―quien actualmente vive en Miami, Fl―, predicando en diferentes iglesias y actividades con el mismo fervor y entusiasmo que le son característicos desde su juventud. Graduado a los veinticinco años de edad del Seminario Teológico Bautista de La Habana, en febrero de 1963 (hace 60 años), se jubiló del pastorado activo el 11 de enero de 2006, tras desempeñar un ministerio prodigioso durante cuarenta y tres años.
Para quienes conocimos tanto su labor pastoral como su liderazgo convencional, no nos extraña que este héroe de la fe, cerca de cumplir los ochenta y cinco años de edad, siga activo, lúcido y comprometido con la proclamación de la Palabra de Dios con la pasión y fervor que le caracterizaron siempre. En muchos sentidos, de él pudiera decirse como de Moisés: nadie como él (Deuteronomio 34:11ª).
Me correspondió predicar en el culto que se celebró el 11 de enero del 2006 en la Iglesia Bautista de Arroyo Apolo en La Habana para hacer efectivo el retiro del ministerio activo del amado pastor y su esposa, la misionera Virginia González. Casualmente encontré días atrás el mensaje que preparé para aquella ocasión y pensé que debía publicar algunas de las palabras que pronuncié aquella noche sobre ellos. Algunas de mis afirmaciones puedo compartirlas debido a la muy profunda y cercana relación de amor cristiano que ambos hemos conservado durante toda la vida. Helas aquí:
Mis muy amados Nilo y Virginia: ¡Qué tremendo ejemplo nos han dado de una verdadera entrega al Señor y a su obra! Como actual presidente de la Convención Bautista de Cuba Occidental, en la cual han ministrado durante tantos años deseo recordarles las palabras que un día escucharán al entrar al Reino celestial: ¡Bien, buen siervo fiel!
Nilo: ¡Nadie como tú! Difícil será que tengamos otro pastor con tu ímpetu. por lo cual jamás olvidaremos muchas de tus características personales. Por ejemplo:
No olvidaremos tus carteles, tal vez no siempre muy artísticos, ¡pero hechos con tanta pasión que resultaban efectivos!
No olvidaremos tu desentono al cantar, porque pese a ello… ¡era inspirador escucharte! Tu ausente oído musical jamás logró impedir que tu corazón alabara al Señor cantando himnos desde el fondo de tu alma.
No olvidaremos tu vieja máquina de escribir –ella misma es un trofeo— donde hiciste innumerables cartas, boletines, promociones y artículos. ¿Cómo pudiste hacer tanto con tan pocos recursos?
No olvidaremos tus dichos, tus sermones, tu fuerza, sinceridad, vehemencia ni tus lágrimas al proclamar la Palabra de Dios, así como tu entrega, espíritu de sacrificio, persistencia, humildad, disciplina y sencillez.
No olvidaremos tu profundo compromiso pastoral con los miembros de las iglesias que atendiste. Cuando prediqué en ellas y visitaba contigo a los hermanos y hermanas en sus casas, comprendí cuan tierna, profunda, sincera y amorosamente compartida era tu relación con las ovejas del rebaño. ¡Siempre te admiré por ello!
No olvidaremos que tanto en los retiros de Yumurí como en las reuniones anuales de nuestra convención, te sentabas junto a Virginia en las primeras filas. Tú, que tenías y tienes tanto que enseñar, siempre estabas dispuesto a escuchar y aprender mientras otros más jóvenes y prepotentes, preferían quedarse conversando afuera de las reuniones. Era emocionante verlos a ustedes dos, siempre sentados en primera línea, captando y disfrutando cada enseñanza, lo cual era una inspiración para todos y especialmente para mí.
No olvidaremos que aunque sirvieron al Señor en tiempos muy difíciles, ustedes enfrentaron las adversidades con buen espíritu, conscientes de que estaban haciendo la voluntad del Señor.
No olvidaremos que pudieron salir fácilmente de Cuba tras salir de la prisión, pero Nilo decidió quedarse y servir a su pueblo y a su amada Convención Bautista de Cuba Occidental. Lo hizo con verdadero amor, sacrificio, entrega absoluta y sin la menor muestra de amargura por la tremenda injusticia sufrida. Con amor dejó su sudor, su vida y las suelas de sus zapatos en San Cristóbal, Caibarién, Cruces, Tapaste, Arroyo Apolo y en las muchas iglesias cubanas donde predicó ―emocionado hasta las lágrimas― sus inolvidables y muy fructíferos mensajes de evangelismo. ¡Quiera el Señor que tras su partida se levanten otros de su misma estirpe! Reconozco que será difícil… ¡muy difícil!
No olvidaremos que Nilo fue la persona que Dios usó en nuestra convención para iniciar el avivamiento misionero y de plantación de iglesias que comenzó a desarrollarse entre nosotros durante su presidencia. No olvidaremos que ambos dieron a la obra bautista cubana los más útiles y productivos tiempos de su vida ministerial.
Repito entonces las palabras que aunque les dará más gozo escucharlas de labios del Señor, esta congregación desea dedicárselas en esta noche a nombre de la multitud de cubanos que fuimos bendecidos por vuestro fructífero y largo ministerio. ¡Bien, buen siervo fiel! ¡Bien, buen siervo fiel! Esas palabras valen más que ninguna corona, diploma o trofeo, porque lo que jamás será echado al olvido es el reconocimiento del Señor a sus siervos que han sido fieles. ¡Qué bendición haberles tenido por tanto tiempo entre nosotros! ¡A Dios sea la gloria!
Diecisiete años después de aquel emotivo culto de despedida, Virginia desde hace años disfruta de la presencia del Señor mientras el incansable, insustituible, e insuperable pastor, predicador y misionero Nilo Domínguez continúa en la brecha. ¡Qué hombre de Dios! Todavía recuerdo emocionado la mañana en que llegó llorando como un niño a mi oficina en el Centro Bautista, para informarme de su decisión de marcharse del país.
¡Qué trabajo me dio consolarle! Estaba angustiado y triste por emigrar dejando atrás la obra convencional que tanto amaba, temiendo no poder ser tan útil en Estados Unidos como lo había sido en Cuba debido a sus años. ¡Se equivocó totalmente nuestro admirado hermano! Dios ha seguido usándole con poder. Su ministerio continúa alcanzando y bendiciendo a muchos hasta el día de hoy. Acabo de ver una foto suya asistiendo como oyente a una conferencia del Dr. Bárbaro Marrero, (quien fue su alumno en el seminario) sobre los principios de un liderazgo efectivo. Imagino que dicha conferencia fue magistral, pero la presencia de Nilo allí, un líder cristiano efectivo y a la vez humilde hasta la médula, dispuesto siempre a escuchar y aprender, fue sin duda, la demostración más convincente de los principios del liderazgo cristiano. A diferencia de otros líderes cristianos actuales, un líder como él, tan excepcionalmente usado y bendecido por Dios, Nilo mantiene su ego dominado y controlado por la gracia de Dios, lo cual es el verdadero secreto de su grandeza.
¡Que ministerio tan útil, fructífero y largo el de este siervo del Señor! Necesitamos a muchos como él, dispuestos siempre a aprender y escuchar de otros aunque ellos mismos tengan más que decir, pues ya lo han vivido y entregado todo. Conocí a Nilo hace sesenta años, cuando entré a la obra bautista y él comenzaba su ministerio. Siempre me impresionó y admiré su ímpetu, fidelidad y entrega sin reservas al Señor y a su obra. Damos gracias a Dios por la vida de este hombre de Dios y rogamos al Señor que le conserve fuerza y salud suficiente para que muchos podamos seguir disfrutando de su vida y entrega al ministerio cristiano.