Año nuevo, ¿vida nueva?

Apenas hemos comenzado a vivir un nuevo año y a muchos nos resulta preocupante qué sucederá en él. Además de las circunstancias específicas que nos rodean y las condiciones económicas y sociales que afecten positiva o negativamente a cada cual, sabemos que nuestro bienestar dependerá de sucesos que no siempre podremos controlar ni responderán a las mejores aspiraciones que tengamos. Por ello la llegada de un año nuevo año suele provocarnos interrogantes. Nos corresponde entonces, a los creyentes, decir como el salmista: Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien… (Salmo 74:28).

No hay creyentes perfectos

Hace poco alguien me aseguró que cierta congregación cristiana en la comunidad donde vivía era la mejor del mundo. Le pregunté si conocía perfectamente a todas las personas de dicha congregación como para afirmar algo semejante y me contestó que de todas formas, estaba convencido de que esa iglesia era la mejor. Aunque creo que todos los creyentes se esfuerzan en ser fieles y obedientes al Señor, que una congregación se precie de ser la mejor de todas es un error colosal. Quienes deciden seguir a Jesucristo y forman parte de las iglesias comienzan un largo camino de transformación espiritual, por lo tanto, necesitan aprender mucho guiados por el Espíritu de Dios y todos no progresamos ni asimilamos las enseñanzas bíblicas con la misma facilidad…

Libres en Cristo

Parece que la conducta humana se inclina cada vez más a reconocer el propio interés o deseo personal como el único patrón determinante para legitimar cualquier acción. Hace muchos años, vi a una madre reprender a su hijo de seis años que hacía algo muy peligroso por lo cual podía herirse. Ante los reclamos de su progenitora insistiéndole que se detuviera, el niño replicó ofendido:
—¿Por qué no? ¡Quiero hacerlo! ¡Quiero hacerlo!
Hay conductas que la Biblia señala como pecaminosas y muchos actuamos como aquel niño, pues reprimir nuestros deseos —cualesquiera que sean— hoy suele considerarse una afrenta inconcebible a nuestra irrenunciable y soberana libertad personal. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Dios, quien tanto nos ama y desea lo mejor para nosotros, nos advierte sobre conductas de las cuales debiéramos apartarnos, precisamente, no solo para nuestra salvación eterna, sino para alcanzar una más placentera y bendecida vida terrenal…

¿Cristianos impecables?

Algunas personas creen que los cristianos somos hipócritas que simulamos ser santos cuando estamos en la iglesia, pero rodeados de otras personas actuamos de manera muy diferente. No obstante, siempre debemos recordar que quienes formamos parte de las congregaciones cristianas —aunque nuestros pecados anteriores hayan sido perdonados por la obra redentora de Cristo—, estamos en proceso de crecimiento y comprensión de las enseñanzas bíblicas y aunque no quisiéramos, también es posible que si nos descuidamos, actuemos de manera incorrecta. Es absurdo y pretensioso asumir que después de ser cristianos jamás nos equivocaremos ni podremos pecar. Por tanto, debemos ser muy cuidadosos. Cuando los verdaderos creyentes erramos, no solo ofendemos al Señor, sino que también dañamos nuestro testimonio ante los no creyentes…

Mentiras piadosas

Con frecuencia llamamos mentiras piadosas a aquellas que intentan evitar o mitigar el sufrimiento de alguien; justificar nuestras acciones erradas o el incumplimiento de deberes ineludibles. Con ellas pretendemos ayudar a los demás mostrando compasión al no decirles una verdad que pudiera causarles mucho sufrimiento y también evitar que nos juzguen con dureza por nuestras acciones actuaciones incorrectas.

La mentira —incluso aquella que se sustente en el deseo de tranquilizar a una persona ocultándole la verdad—, es una violación de la confianza y la buena fe que han puesto en nosotros. Lo verdaderamente piadoso es decir la verdad con amor, bondad y cordura aunque nos sea difícil.

Ahora bien, la mentira más impía es aquella que intenta impresionar a otros mostrando una espiritualidad y generosidad que en realidad no existe. ¡No dejes de escuchar el programa de hoy! En él nos referiremos a una historia bíblica sumamente triste, pero a la vez, muy aleccionadora…

La antigua costumbre de mentir

Mentir para lograr lo que uno necesita o quiere hacer creer a los demás sin que sea cierto, parece ser un recurso cada vez más usado por algunas personas. No obstante, la tendencia humana a mentir no es un asunto nuevo, pues uno de los tan antiguos “Diez Mandamientos” de la Biblia expresa claramente: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio (Éxodo 20:3)”. También es conocida la historia bíblica sobre Jacob, quien mintió para engañar a su padre a fin de arrebatar a su hermano los beneficios que le correspondían como hijo primogénito. Es triste, pero tal parece que cada día es más usual mentir a fin de salir de un apuro, resolver una necesidad, o lograr un deseo largamente acariciado. La Biblia no obstante, insiste: “Hablad verdad cada uno con su prójimo (Zacarías 8:16)”. Que la mentira sea tan común en casi todas las esferas de la vida humana habla muy claro de la corrupción moral y espiritual del mundo contemporáneo…

La adoración (8)

Los creyentes a veces olvidamos que si tal como decimos el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones, ese mismo amor debemos manifestarlo a todas las personas con quienes nos relacionamos, incluyendo —¡por supuesto!— a nuestros familiares y personas incrédulas. ¿Ignoramos que amar a quienes nos rodean, sean quienes fueren, es también un acto de adoración y obediencia a Dios? Para que nuestros discursos, testimonios y experiencias de fe impacten positivamente a los incrédulos, nuestras acciones y manera de vivir deben mostrar a otros el mismo amor de Dios que todos hemos recibido sin merecerlo…

Enfrentando la aflicción

A nadie le agrada experimentar tiempos difíciles. ¡Siempre quisiéramos vivir de la mejor manera, disfrutando constantemente de las muchas oportunidades agradables que la vida puede ofrecernos! No obstante, es iluso creer que si somos buenas personas y nos comportamos correctamente jamás el dolor o la aflicción tocarán a nuestra puerta. El fracaso, las decepciones, las injusticias, las enfermedades o las calamidades naturales podrán afectarnos a todos en cualquier momento aunque nos esforcemos grandemente en evitarlos. ¿Entonces? Será nuestra actitud ante la aflicción lo que mostrará cuan positivos, sensatos y realistas somos y a la vez nos ayudará a enfrentar el sufrimiento de una manera más efectiva para bien de nosotros mismos y de los demás…

Tiempo de llorar

¿Cómo reaccionar ante las terribles experiencias vividas tras el paso del reciente huracán, tanto por Cuba como por Estados Unidos? ¿O cuando ocurren terremotos o calamidades causadas por los humanos como las guerras y las injusticias sociales? ¿Podemos en medio de ello obviar lo ocurrido y entonar el famoso estribillo: oh, oh, oh, no hay que llorar, que la vida es un carnaval y las penas se van cantando? Aunque la canción de Celia Cruz no dejaba de tener cierto mensaje positivo, no siempre es aplicable. La sensibilidad humana a veces nos obliga a experimentar tristeza y será bueno expresarla. La aflicción que mostramos con sinceridad —aunque nos parezca imposible—, también puede ayudarnos a robustecer y profundizar nuestra fe…

Tiempos angustiosos

Es posible que se nos haga difícil creer en la bondad de Dios cuando las calamidades de la vida nos alcanzan. Pero en realidad, aferrarnos al amor y a la misericordia divina es lo que más puede ayudarnos en los tiempos difíciles.
Es precisamente en esos momentos cuando la presencia y compañía de Dios se torna más necesaria. Recordemos que el Señor dijo: No temas porque yo estoy contigo, no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10). La fe en Dios puede llenarnos de fuerza, esperanza y determinación para seguir adelante a la hora de enfrentar calamidades.