Actuar como Jesús (2)

─Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?─, expresó asombrado Juan el Bautista.

Llamado a preparar al pueblo para la llegada del Mesías, Juan predicaba el bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Conmovido por la llegada de Jesús para bautizarse en el Jordán, rehusaba hacerlo, porque en todo caso, ¡Jesús debía bautizarlo a él!

─Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia ─, contestó Jesús.

En otras versiones de la Biblia tales palabras se traducen “déjalo así por ahora”, “hazlo así por ahora” o “permítelo por ahora”, lo cual aclara mucho de lo que allí sucedía. Juan decía que tras él vendría uno mayor y más poderoso, que a diferencia de bautizar a las personas en agua para arrepentimiento, los bautizaría con Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11).

La emoción de Juan era intensa. ¿Recuerdas el anuncio de su nacimiento? El ángel dijo a su padre Zacarías: “…porque será grande delante de Dios, no beberá vino ni cidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre (Lucas 1:15)”. No en balde cuando María, ya embarazada, visitó a los padres de Juan en su casa, Elizabeth expresó que “…tan pronto como llegó la voz de tu salutación al oído, la criatura saltó de alegría en mi vientre (Lucas 1:44)”. La conexión espiritual entre Juan y Jesús era tal, que ambos se reconocieron mutuamente, aunque no hay evidencia bíblica de que se hubieran visto antes aunque eran parientes. Cuando Jesús oyó que Juan estaba predicando, supo que era el momento de comenzar su ministerio público y se fue al Jordán. Juan, al verlo llegar exclamó sin sombra de duda: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mi viene un varón, el cual es antes de mí, porque era primero que yo (Juan 1:29)”.

¿Podrías imaginar la situación? Juan predicaba que el Mesías vendría, que debían arrepentirse, confesar los pecados y bautizarse como única forma de escapar de la ira venidera. ¡Y ve a Jesús entrar al río para recibir el bautismo! ¿Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías Prometido, bautizarse como un pecador más de Israel? Él no necesitaba confesar pecados ni dar frutos de arrepentimiento, como insistía el profeta en sus mensajes. Aunque el ministerio de Juan impactó al pueblo, él sabía que “alguien más grande” vendría tras él, del cual no era digno ni para desatar las correas de su calzado. ¿Bautizar al Mesías para que fueran perdonados sus pecados? ¡Imposible! Por ello Mateo insiste en que Juan se oponía a hacerlo.

Desde entonces, muchos se han cuestionado la razón del bautismo de Jesús, pues a primera vista resulta inusitado e irrelevante. Los judíos solo bautizaban a los gentiles que quisieran ingresar al judaísmo, pero no a los descendientes de Abraham, pues la circuncisión era la señal del pacto. Por eso conmovió a muchos que Juan apareciera requiriendo la confesión de pecados y el bautismo, lo cual provocó en el pueblo un movimiento de vuelta hacia Dios. ¿Qué necesidad tenía Jesús de bautizarse?

Sucedió lo inesperado. El más grande pidió ser bautizado por el menor; reconociendo el ministerio profético de Juan y de algún modo, recibiendo su bautismo como un penitente más. Para Jesús no era un problema, porque “era necesario cumplir toda justicia”. ¿Comprendes? Jesús se identifica con el pueblo pecador y rebelde que viene a redimir. Si en definitiva va a cargar los pecados de todos los que creyeran en él, ¿no era justo que también se bautizara como después pediría a todos los que en él creen? Tal vez Juan creyó que era humillante para Jesús si él lo bautizaba. No atinó a ver que nuestro salvador“…se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en condición de hombre se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:7-8). Por lo tanto, fue hermoso que sin reclamar autoridad ni superioridad alguna, se comportara como uno más del pueblo y se bautizara. Imagino que Juan temblaba de pies a cabeza mientras bautizaba al Mesías de Israel.

Pienso que aquí hay una lección inmensa. Los ministros del Señor ─de hecho todos los creyentes lo somos─, a veces creemos que siempre tenemos que jugar el rol prominente y vemos en los triunfos de otros una amenaza. ¿No has sentido en algún momento algo así? Cuando algunos ven a otros triunfar, suelen experimentar sentimientos de recelo y desvaloración. Juan, el precursor, tenía un ministerio prodigioso y arrastraba multitudes, pero Jesús decidió ser uno más del pueblo que venía a bautizarse, afirmando el ministerio del profeta y su predicación. Así Juan fue humilde al intentar negarse, porque él sabía quién era Jesús. Y Jesús fue humildísimo al dejarse bautizar, porque él sabía quién era Juan. ¿Qué importaba que otros le vieran como un israelita más en la cosecha del profeta? Me gusta como la Nueva Biblia de las Américas traduce la respuesta de Jesús a Juan: “Permítelo ahora, porque es conveniente que cumplamos toda justicia”. ¿Cuándo acabaremos de entender que una actitud humilde siempre es la más conveniente a los hijos de Dios? Nos abre la puerta a la bendición del Padre y su manifestación gloriosa en nuestras vidas.

El temor de Juan a hacer algo incorrecto, terminó al ver la milagrosa respuesta de Dios, al ver descender el Espíritu Santo en forma de paloma y escuchar el mensaje celestial: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia (Mateo 3:17b)”. Nadie pregunte más por qué Jesús tuvo que bautizarse. El Padre mostró con magnificencia su aprobación al Hijo y la acción humilde conque comenzó su ministerio.

¿Continuarás conmigo en este recorrido por los evangelios para ver cómo reaccionaba el Hijo de Dios? Su primera acción revela toda su esencia de vida. Es penoso que muchos, aun siendo cristianos, sigamos siendo orgullosos y soberbios… ¡nosotros que todo lo recibimos por gracia! Y que conste, comprendo que el mundo a veces casi nos obliga y arrastra a actuar así, lo cual no nos justifica.

¿Será por ello que ya no nos atrevemos a cantar aquél viejo himno que decía: “Más semejante a Cristo quiero ser, manso y humilde como él siempre fue”?

Por nuestro bien y para bendecir a quienes nos rodean, es hora de que comencemos a actuar como Jesús

Alberto I. González Muñoz.


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