Actuar como Jesús (3)

LAS TENTACIONES DE JESUS

¿Era necesario que Jesús fuera tentado? ¿Qué significaron para él las tentaciones? Ocurrieron inmediatamente después de su bautismo, cuando Jesús fue al desierto llevado por el Espíritu Santo. El evangelio de Marcos es parco al narrarlas, pero ofrece detalles únicos: “y era tentado de Satanás; y estaba con las fieras; y los ángeles le servían (Marcos 1:13)”.

¡Qué historia! Algunos discuten si las tentaciones fueron reales o si todo ocurrió en la mente de Jesús. ¿Por qué algunos creyentes suelen mostrar tantos cuestionamientos? Si creemos en la existencia de Dios, todo es posible. No recuerdo oír hablar de estos ángeles que servían a Jesús en el desierto, ni tampoco sobre las fieras. Examiné varios comentarios bíblicos y hay un silencio casi absoluto sobre estos detalles. Sin embargo, encuentro lecciones preciosas en esta reunión de personajes disímiles junto a Cristo cuando fue tentado.

El primero es el Espíritu Santo. ¿Pensabas que él nunca nos conduciría a lugares difíciles? La Biblia enseña que puede propiciarnos experiencias inesperadas que determinan un propósito excelso para nosotros. Jamás rehusemos seguir la dirección del Espíritu Santo aunque nos lleve a un desierto peligroso.

Satanás es el otro personaje en el desierto. He observado que algunos cristianos hablan de él como si no existiera, mientras otros lo ven dondequiera y casi le confieren omnipotencia. Creo que ambas posiciones son erróneas. No puede ser ignorado pero tampoco minimizado. Satanás tiene poder pero podemos enfrentarlo y vencer.

Un joven con actitudes muy negativas, argüía siempre que intentaba aconsejarle: —Satanás me enredó, pastor. Me hizo decir y hacer lo que no debo.

Así evadía responsabilidades como si el maligno tuviese poder soberano, pero nunca debiéramos conceder a Satanás poderes que no posee. Aunque su estrategia sea hacernos creer que es invencible cuando aparece en escena, si llega la tentación, debemos hacer como incontables creyentes que le enfrentan y vencen siguiendo la voluntad del Padre. “Someteos pues a Dios, resistid al diablo y de vosotros huirá (Santiago 4:7)”.

Sorprende la observación de Marcos de que Jesús “estaba con las fieras (Marcos 1:13)”. Este es un detalle —como otros en la Biblia— que nos causa preguntas imposibles de contestar, lo cual frustra a muchos al no poder explicar todo en las Escrituras. Me gusta aclarar que si reconozco a Dios como su autor e inspirador, me es fácil asumir que algunos detalles bíblicos no resulten claros para mí. Por ello insisto en que la Biblia tiene enseñanzas muy claras con respecto al daño que el pecado nos hace, por lo tanto, debiéramos enfocarnos más en esas enseñanzas que en los detalles que no entendemos.

No obstante, mi opinión sobre las fieras es elemental, ya que siempre las hay en los desiertos. Cada situación que afrontemos tendrá peculiaridades que debemos afrontar como normales aunque sean peligrosas, pues propician que ejercitemos nuestra fe. Si enfermas lidiarás con malestares, medicinas y la urgencia por curar o sobrellevar el malestar con gracia. Si un ser querido muere, habrá tristeza y duelo inevitables. Si llegas a la vejez, asumirás realidades ineludibles. Aceptando las adversidades y peligros de la vida con naturalidad demostramos sabiduría y convicciones firmes. No convirtamos en tragedias los infortunios que otros han desafiado por fe y vencido antes que nosotros. Sobrellevar imponderables con entereza es sin dudas una valiosa virtud cristiana.

¿Y los ángeles? Unos anunciaron la concepción y el nacimiento de Jesús. Otro consoló en Getsemaní su agonía inmensa. Otro removió la piedra del sepulcro, dos anunciaron su resurrección y otros predijeron su retorno a la tierra cuando ascendía a los cielos desde el monte de los Olivos. ¿Cómo no estarían a su lado en la hora oscura de las tentaciones? Ellas no fueron un mero intercambio de palabras fáciles sino, una batalla cruenta. El inmaculado Hijo de Dios enfrentó la maldad satánica intentando impedir su obra redentora. Satanás atacó la naturaleza humana de Jesús presumiendo que podría caer en debilidades, egoísmos e intereses terrenales y así desviarlo de su misión. ¿Cómo se sintió Jesús al escuchar las argucias diabólicas ofreciéndole glorias humanas a cambio de desobediencia al Padre?

Alabemos a Dios porque Jesús padeció tal embate satánico, engañoso y brutal. Ahora podemos acercarnos “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). Por cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (Hebreos 2:18)”. Por lo tanto, nunca seremos tentados más allá de nuestras fuerzas.

Cuando recordamos los sufrimientos de Jesús solemos pensar en la traición de Judas, los juicios y los azotes, la corona de espinas y la incredulidad e incomprensión de los discípulos que llegó hasta el abandono cuando le prendieron, la agonía y los dolores de la crucifixión. ¿Acaso comprendemos la magnitud de su sacrificio? Él mismo dijo a sus discípulos después de su resurrección: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese (Lucas 24:46)”. No obstante, pocas veces reconocemos que las propias tentaciones fueron una colisión feroz de Jesús con las maquinaciones diabólicas desde su condición humana. ¿Entenderemos eso alguna vez? Era Dios, vivía en gloria y santidad. Para salvarnos, asumió limitaciones físicas y emocionales impropias para un ser omnipotente y eterno que incluyeron ─para colmo─, lo más desconcertante: las tentaciones. ¿Puedes asimilar, en verdad, esta enseñanza?

Consciente de su ahora doble naturaleza, tal hecho fue desgarrador. La Biblia enseña que “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Hebreos 4:15)”. Quienes padecemos el pecado como posibilidad cotidiana, no comprendemos cuanto agonía pudieron provocarle a él las tentaciones, lo cual fue evidente después en el Getsemaní. ¿Cómo experimentar dentro de su ser santísimo la horrorosa insinuación satánica de incumplir con su misión?

Sin embargo, ver a Jesús instigado por Satanás a la desobediencia nos asegura que tenemos un Salvador capaz de comprendernos. ¡Tú y yo jamás estaremos solos! Cuando llegue la tentación bastará recordarlo a él sufriendo nuestra vergüenza, para recibir fuerzas y obtener la victoria.

Jesús nos mostró cómo reaccionar cuando el diablo aceche ofreciéndonos maravillas deslumbrantes, tan atrayentes como indiscutiblemente falsas. Sin importar qué suframos, debemos ser obedientes a Dios hasta el final.

Es la única forma de actuar como él.

Alberto I. González Muñoz


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