
¿Recuerdas alguna vez en tu vida en que hayas dicho: “he perdido la fe”? Lo interesante es que al perder la fe, automáticamente estabas añadiendo dolor y frustración a la triste experiencia que estabas viviendo. Cuando se pierde la fe, detrás vienen la amargura y la desesperanza. La gran noticia es que hay otro camino ante los impoderables de la vida. Podrás enfrentar muchos inconvenientes sin permitir que ellos te nublen el alma o te enfríen el corazón…