
Hoy narraré otra historia que como las anteriores, es el relato de alguien que creyó en Dios en su juventud y después profesó incredulidad. La diferencia es que Rosa no esperó los últimos momentos de su vida para tomar el camino de regreso. Su decisión fue costosa y difícil, pero le permitió expresar su fe y gozar no solo de una comunión renovada y vital con su Dios, sino del compañerismo cristiano que tanto necesitaba.
Rosa fue creyente muy activa durante su adolescencia. Según contaba más tarde, esos fueron los años más felices y hermosos de su vida. Pero se enamoró de un hombre incrédulo y abandonó la fe casándose con él. Poco a poco fue introduciéndose en un ambiente de incredulidad total, rechazo a la religión y especialmente a los cristianos.
Maestra de profesión, fue directora de una secundaria donde se destacó no solo por su capacidad y eficiencia sino porque era dura con sus jóvenes alumnos que manifestaban ser creyentes. Se burlaba de ellos públicamente, y como decimos los cubanos, “les ponía la cosa difícil” a los cristianos en su escuela.
Pero la historia de Rosa cambió un día…
He conocido y oído de muchos como Rosa, el Señor es paciente y Misericordioso para con todos y siempre trabaja para rescatar las ovejas descarriadas.
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Sí, mi querida hermana, yo también. Por eso debemos continuar orando y mantenernos cerca de los que se apartan. Muchos al cabo del tiempo regresan.
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