
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”. (2 Timoteo 3:1-5)
Al mencionar los postreros días, ¿estaría Pablo aludiendo a los tiempos finales antes de la venida de Cristo o refiriéndose a los sucesos posteriores al momento en que él le escribía a Timoteo? Lo que sí veo claro al seguir leyendo su carta es que estaba convencido de su muerte inminente: estoy para ser sacrificado y el tiempo de mi partida está cercano (2 Timoteo 4:6). Por ello aconseja al joven que evitara la influencia malhechora de personas impías anunciándole dos grandes peligros: …todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución (3:12); y el segundo, que los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados (3:13).
Ese ir de mal en peor en la conducta humana ha sido una constante invariable. Dos mil años después del sacrificio de Cristo las conductas que tú y yo vemos a diario en las pantallas de nuestros equipos electrónicos lo comprueba. La sociedad actual todo lo ve normal, tanto lo pecaminoso como lo grandioso. Construye ciudades con rascacielos que traspasan las nubes y naves aéreas que trasladan cientos de personas a velocidades pasmosas. Realiza cruceros paradisíacos donde miles disfrutan a bordo de cuanto placer y capricho sea concebible. Lanza naves al espacio obteniendo fotos de la tierra y de planetas lejanos e investigándolo todo, soñando con desarrollar una millonaria industria de turismo espacial. También, ¿por qué no? Hemos creado armas pavorosas, tan letales que ahora discutimos si debiéramos o no firmar acuerdos que eviten nuestra autodestrucción. Inteligentísimo, ¿verdad? Nos reunimos en conferencias mundiales y debatimos cara a cara, pero ahora ubicados muy seguros cada uno en su propia oficina y sin salir de su país. ¿Quién hizo antes cosas así?
Con tales posibilidades, es bochornoso que la comunidad científica más capacitada de la historia humana fuera incapaz de evitar la dispersión de un virus que ya infectó a más de 160 millones de personas, de las cuales más de tres millones fallecieron. ¿Cómo se explica? ¿Acaso vanos regresando hacia la Edad Media?
La BBC News Mundo, publicó esta semana algunas conclusiones de epidemiólogos muy inquietantes. Ellos insisten en que tanto la OMS como los países más poderosos demoraron en declarar una emergencia sanitaria internacional debido a intereses políticos y económicos. ¿Serán ciertas tales afirmaciones? Hay tanta mentira en el mundo y hemos sido engañados tantas veces que la desconfianza ha terminado adueñándose de todos.
¿Conoces el concepto de aldea global? Las aldeas eran grupos aparentemente idílicos que desarrollaban relaciones muy estrechas. Allí la gente lo que no sabía sobre la conducta ajena podía intuirlo… y comentarlo al oído de los demás. De ahí el refrán: pueblo chiquito infierno grande. Para Marshall McLuham (1908-1980), filósofo canadiense, el desarrollo científico técnico de la sociedad junto a los medios masivos de comunicación causarían que tanto los males como las bondades comunes a las aldeas en la antigüedad se convertirían en globales. Todos no aceptan ese concepto pero a mí me parece fabuloso. Por ejemplo, si al estilo de un chisme aldeano escribes en las redes sociales un comentario sobre alguna sospecha tuya aunque carezcas de pruebas, al hacer clic ocurre un prodigio: muchos lo creen absolutamente, lo comparten y en minutos la noticia se esparció por el mundo. Los chismosos de antaño adorarían tal poder de divulgación que hoy sin ser periodista, científico o autor reconocido, cualquiera tiene al alcance de un clic en su pantalla digital. ¿Comprendes?
Por otro lado, si alguna “verdad” nos molesta, hay un recurso fácil y seductor: otro amable clic puede llevarnos a buscar la “verdad” que más nos plazca, sintiéndonos poderosos al hacerlo. Así pueden triunfar fácilmente las mentiras, los odios, las calumnias y los bajos intereses, tal como ocurría en las aldeas. Y a este mundo que va de mal en peor, tal procedimiento le apasiona.
El concepto aldea global abarca más. Durante siglos la gente vivió sin mirar más allá de su horizonte local y solo unos pocos viajaban fuera de su terruño. Pero al convertirnos en aldeas globales, todos ampliamos nuestras perspectivas y viajar es un maravilloso derecho irrenunciable. Por ello ─entre otras causas─, un virus solo trasmisible de persona a persona por medio de minúsculas gotas que se expelen al hablar, toser o estornudar, se expandió por el mundo. ¿Entiendes ahora por qué los científicos citados por la BBC dicen que la pandemia podía haberse evitado? El problema es que si nos dicen quédese en casa o peor aún: no viaje por ahora, están violando derechos humanos aunque tal requerimiento sea para evitar la propagación de un virus que puede ser mortal. ¡Qué embrollo conceptual hemos armado! ¿Cómo no va a ir todo de mal en peor, como La Biblia dice? Pero cuidado… ¿qué derecho tiene un libro tan antiguo de regir la conducta humana en el Siglo XXI, ahora que sabemos tanto? ¿Comprendes la situación y la peligrosidad de nuestros tiempos? Si lo deseas, lee de nuevo el pasaje bíblico al principio y verás enseguida porqué todo está revuelto en nuestra maravillosa y súper desarrollada aldea global.
No obstante, creo en el valor de los medios masivos de comunicación. Tengo dos programas cristianos de radio trasmitiéndose desde el 2009 en emisoras internacionales, uno de ellos de lunes a viernes todas las noches. Comparto en ellos nuestras convicciones y principios cristianos siempre buscando la dirección del Espíritu Santo. También trato de estar activo en las redes sociales y en la web, sobre todo ahora que estamos casi encerrados. Las creo plataformas valiosas tanto para proclamar el Evangelio como para mantenernos actualizados y en contacto con la realidad sea cual sea; y también con las personas que amamos. Reconozco que en ellas puede haber tanta bondad y altruismo como frivolidad y bajezas humanas, así como crueldad y muestras del resentimiento que algunos conservamos dentro. En el caso de quienes pretendemos seguir a Cristo, nuestra participación en las redes evidenciará si en realidad le obedecemos y cuán capaces somos de actuar o no como nos corresponde. Él lo dijo siglos atrás: por sus frutos los conoceréis.
El concepto de aldea global, que bien pudiera incentivar el amor y la comprensión, cada día muestra que los seres humanos nos entendemos menos. Como en tiempos peligrosos la testarudez incita a perder la cordura, hasta los mismos cristianos estamos criticándonos y desacreditándonos unos a los otros en las redes sociales siguiendo el espíritu del mundo. ¿Por qué lo haremos? ¡Sí que son raros y peligrosos estos tiempos! Mientras algunos oran y miran a las vacunas con esperanza, otros las repudian y desconfían, atribuyéndoles propósitos impíos mientras la comunidad científica se esfuerza en producirlas. ¿Quién entiende a los seres humanos? Las teorías conspirativas viven en las redes su época de oro y se manifiestan de incontables maneras, alentando la desconfianza, los temores, las divisiones y el malestar general en un tiempo en que todos, debido a la pandemia, estamos atribulados.
Sigo a Cristo desde niño porque él vino al mundo para redimirlo, muriendo por nuestros pecados. Creo que el mensaje cristiano es de perdón, amor y gracia, porque el arrepentimiento y la fe, mediante la obra del Espíritu, transforman a cualquier persona sin importar su pasado, ideología o su estilo de vida. Lo que he visto siempre en las iglesias cristianas, es pasión porque la gente conozca el plan divino a fin de que disfruten la mejor vida posible según las enseñanzas bíblicas. No obstante, los cristianos también hemos sido perseguidos y reprimidos. Como así ha sucedido antes en la historia, nada impide que lo seamos nuevamente. Sea como sea, nuestro mensaje jamás podrá cambiar: Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero (1 Timoteo 1:15). Por proclamar esas buenas nuevas estamos dispuestos a entregar nuestras vidas.
No hay dudas: ¡vivimos tiempos muy peligrosos!: La pandemia y la terrible crisis socioeconómica mundial, los violentísimos conflictos sociales dondequiera, las contradicciones y tragedias propias de cada país y el resquebrajamiento ético de la sociedad nos agobian. Todo ello, sin embargo, lejos de dañar o amenazar nuestra fe nos inspira a profundizarla. Afiancémonos en la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día se esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones. (1 Pedro 1:19).
Un día los tiempos peligrosos terminarán y los reinos de este mundo vendrán a ser los de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinara por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 11:15). Amén.
«Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:11-13)»
Gracias Pastor por este mensaje. Nunca había pensado en cómo el concepto de aldea global se ha conectado a las redes sociales. Además, gracias por anclar sus ideas en las Escrituras y siempre desafiarnos a profundizar nuestra fe en Cristo.
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Gracias por tu comentario, hermano. Dios te bendiga.
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