
Aunque por mi incultura futbolística nunca entiendo qué sucede en el terreno cuando veo un juego, me sorprende que la intensa actividad desplegada por los jugadores se detiene ipso facto ante el pitazo de los jueces. Al comentar a mi familia tal percepción, se rieron de mí y me recordaron que como todos los juegos tienen reglas, se necesitan personas capacitadas y con autoridad para decidir sobre la legalidad o no de las acciones de los jugadores.
Las reglas o normas son imprescindibles en cualquier actividad humana. Las investigaciones científicas, los ensayos clínicos o actuaciones médicas exigen un protocolo estricto para que puedan ser reconocidas como válidas. La aviación es otro campo donde las reglas dominan toda actividad. ¿Crees que los aviones vuelan por dónde, cómo y cuándo los pilotos deciden?
Regresando de Madrid a Miami tras nueve horas de vuelo, esperando ya el aterrizaje, me sorprendió el anuncio del capitán:
—Señores y señoras, debido al intenso tráfico aéreo en el Aeropuerto Internacional de Miami no podemos iniciar el proceso de aterrizaje. Estaremos sobrevolando la Florida y esperamos poder aterrizar aproximadamente en una hora. Relájense y disfruten del vuelo.
¿Imaginas? Después de tantas horas de viaje debíamos relajarnos y esperar una hora más. Si bien el capitán nos mantuvo informados todo el tiempo, la autorización para aterrizar llegó una hora y diez minutos más tarde. Por la seguridad de todos, los pilotos están obligados a someterse a las normas del control de tráfico aéreo.
Toda actividad humana necesita sujetarse a normas. ¿Cómo pretender que la sexualidad pueda expresarse sólo sujeta a elecciones personales, preferencias o los deseos de cada cual? ¿Estaremos concediendo a la sexualidad una libertad imposible de admitir en cualquier otra esfera de la vida? Toda relación de los seres humanos entre sí y con su entorno presupone normas indispensables. ¿Podrá la sexualidad expresarse de forma satisfactoria sin la interacción armónica de los diferentes factores que la propician?
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define la sexualidad como el conjunto de fenómenos emocionales y de conducta relacionados con el sexo, que marcan de forma decisiva al ser humano en todas las fases de su desarrollo. De modo que al hablar de ella no solo nos referimos al disfrute del placer sexual o a la función reproductiva, ya que nuestra sexualidad se manifiesta en todo lo que somos y en nuestras reacciones a las propias normas que la sociedad establece. A los fines de este artículo definimos la sexualidad como las condiciones biológicas, psicológicas y sociológicas que caracterizan el desempeño sexual de los seres humanos.
En ese sentido la condición biológica se referirá a los atributos anatómicos-fisiológicos que nos identifican desde antes de nacer: el sexo. Pero hay otros factores que inciden en nuestro desarrollo sexual: las condiciones psicológicas y sociológicas. A partir de entonces ya no solo se habla de sexo, sino de identidad sexual y de género. La identidad sexual es el reconocimiento que la propia persona hace de su sexo biológico así como su satisfacción o no con este. Cuando se habla de género, se refiere a un proceso de construcción social en el cual la cultura dominante asigna a cada género un patrón de comportamiento.
Para los cristianos el sexo es una creación de Dios. La identidad sexual es algo que la propia persona debe reconocer —y que de acuerdo a lo que creemos diseño divino—, se orientará hacia el sexo opuesto. Pero cuando algunos creyentes escuchan o leen la declaración de que el género es una construcción social, la rechazan inmediatamente. A mi entender, en este punto debiéramos ser cuidadosos para no ser tildados de ignorantes. Aceptar que el género es una construcción social no implica que los cristianos neguemos la realidad del sexo biológico. Tal concepto significa que la sociedad ha ido asignando a los sexos conceptos como que las mujeres son necesariamente menos inteligentes y capaces que los hombres; que los niños al nacer se visten de azul y las niñas de rosado; que los varones no lloran; que los hombres trabajan en la calle y las mujeres en la casa, creando estereotipos que para muchos se han vuelto de obligatorio cumplimiento. ¿Entiendes? Hay muchísimos más, como la injusta incomodidad o disgusto varonil si el primer hijo no es varón, etc. Tales pretensiones se elaboraron como construcciones sociales, no basadas en la realidad biológica, sino en la cultura que las impone. Por ejemplo, con siete años de edad le dije a mi padre que quería estudiar piano.
—¡Los hombres no estudian piano! —gritó airado. Y añadió rápidamente:
—Lo que vas a estudiar es Saxofón y tu hermana estudiará piano.
Así ella estudió piano durante nueve años y yo, obediente, comencé a estudiar Saxofón. Mi hermana terminó, colgó su diploma y no tocó piano jamás. En mi caso, con el piano de mi hermana en casa y los conocimientos musicales que adquirí estudiando Saxofón, pues… ¡terminé tocando piano!
Muchas de esas construcciones sociales imponen a los sexos criterios ajenos al diseño biológico, pero es imposible negar que existen y que algunas han sido crueles.
Fue el psicólogo y sexólogo John Money quien en 1955 habló por primera vez del papel de género, aunque tal nomenclatura no se popularizó hasta dos décadas después. Por lo tanto, la RAE define a la identidad de género como el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. Así mismo se reconoce la identidad etaria; la identidad étnica o la identidad religiosa, etc., referida a las creencias y prácticas que diferentes grupos sociales pueden sustentar. Que hay conceptos sociales construidos a través de los siglos adicionándolos a las características biológicas de cada sexo resulta innegable. En dependencia a si son acordes o no con la realidad biológica, podríamos aceptarlas o negarlas. No obstante, declarar que no existen no es sabio ni justo. Para nosotros, el problema radica en que la lucha contra algunas construcciones sociales injustas, pretende imponer conceptos ajenos a la realidad biológica con los cuales jamás podremos estar de acuerdo.
Como pastor evangélico cubano siento una carga inmensa en estos tiempos. Estoy consciente de que estamos frente a la misma batalla que desde el huerto del Edén intenta apartar a los hijos de Dios del propósito para el cual fueron llamados. Por lo tanto, nuestra lucha no es contra quienes no nos comprenden, hablan mal de nosotros o nos acusan de ser lo que no somos, no es contra sangre y carne, sino contra los gobernadores de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12). Si bien no somos el único país donde los creyentes enfrentan semejantes cuestionamientos, si estamos sujetos a condiciones que nos impiden dar a conocer a todo al pueblo cubano lo que en realidad pensamos. Mientras tanto, quienes nos atacan y profieren toda clase de acusaciones y epítetos que no califican con justicia a la mayoría de los evangélicos cubanos lo hacen desde los medios masivos de comunicación. ¿Será justo?
Confieso, no obstante, que mi mayor preocupación no son tales acusaciones sino nuestras respuestas. La acusación falsa o malintencionada, el mal trato o la injusticia no podrán evitar que si tomamos toda la armadura de Dios, podamos resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estad firmes, ceñidos nuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el evangelio de la paz (Efesios 6:15). No debemos callar porque es justo defendernos de acusaciones falsas explicando cuáles son nuestras verdaderas creencias. Eso sí, haciéndolo como dice la Palabra: Sino santificad al Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que demande razón de la esperanza que hay en vosotros (1 Pedro 3:15).
¿Qué quiso decir Pedro con santificad al Señor en vuestros corazones? Solo conscientes de la santidad de Dios defenderemos nuestra fe con mansedumbre y reverencia, sin caer en los mismos errores de quienes nos calumnian. Algunos comentaristas creen que Pedro alude a este pasaje del profeta Isaías: No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; a él sea vuestro temor, sea él vuestro miedo (Isaías 8:11-12). ¿Comprendes? Santificar al Señor es hacerlo todo como Dios manda. Cuidémonos de no caer en lo mismo que tanto nos hiere y ofende de otros. Si respondiéramos en el mismo espíritu impositivo y sin generosidad alguna, desobedeceríamos al Dios de amor que envió a su Hijo para rescatarnos de nuestros pecados; y a quien nos envió a predicar su evangelio a todas las naciones, prometiéndonos: He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28:20).
¿Recuerdas que en 1976 la anterior constitución cubana estableció en su Artículo 38 que el Estado fundamenta su política educacional y cultural en la concepción científica del mundo, establecida y desarrollada por el marxismo leninismo? Tras aquella declaración constitucional las iglesias continuaron trabajando en condiciones paupérrimas y padeciendo un rechazo social casi férreo. Nunca olvidaré como éramos invisibles a vecinos que vivían en la misma cuadra del templo y no nos veían cuando intentábamos saludarles. Diezmadas además las congregaciones por la emigración de miembros, pastores y el abandono de muchos que se apartaron, confiamos en las palabras de Jesús: No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre os ha placido daros el reino (Lucas 12:32). No fue fácil lo que se sufrió, pero seguimos predicando el mismo evangelio, contra viento y marea y apenas sin recursos, pero confiando en el Señor. ¡Nada impidió que menos de 20 años después experimentáramos en Cuba un avivamiento espiritual sin precedentes! Nuestras iglesias se llenaron principalmente de jóvenes a quienes la concepción científica del mundo que recibieron desde niños en las escuelas, no les evitó que vinieran a Cristo arrepentidos de sus pecados! Muchos que abandonaron por la misma causa las iglesias volvieron a ellas. Jamás olvidaré el gozo que sentí bautizando a personas del barrio para quienes fuimos invisibles durante muchos años. ¿Dudamos del Dios en quién creemos?
Por lo tanto, ruego al Señor que en medio de este complicado escenario, ninguna batalla nos complique y envuelva demasiado, al punto de apartarnos de la única misión que nos es insoslayable. Defendamos con mansedumbre y reverencia nuestros principios confiados en que el evangelio es poder de Dios para salvación a TODO AQUEL que cree; al judío primeramente y también al griego. Porque en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo vivirá por la fe (Romanos 16-17). Dios hará lo demás. Prediquemos y vivamos de tal manera que muchos de los que hoy nos atacan, lleguen a conocer a Cristo. Esa es nuestra principal misión. ¿Lo crees imposible?
Seguiremos explicando en las siguientes publicaciones nuestras convicciones sobre la sexualidad y lo que en Cuba se denomina enfoque de género.
Continuará…

En cualquier presentación del cristianismo y en cualquier argumento en defensa de la fe, no debe faltar el acento del amor. El único argumento convincente es el de la vida del cristiano. Actúe cada uno de tal manera que tenga limpia la conciencia. Oponga a las críticas una vida que no esté expuesta a ellas. Tal conducta hará callar la calumnia y desarmar la crítica. Un santo -como ha dicho alguien- es la persona cuya vida le hace más fácil a los demás creer en Dios.
William Barclay
-La publicación de hoy es la primera parte del capítulo cuarto del libro Vivir la Sexualidad, el cual continuará en las posteriores publicaciones.

Saludos,
Otoniel
Enviado desde mi Xiaomi Redmi 5 Plus
Me gustaMe gusta