Retos de la Covid-19: proteger a los que amo

“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:4)

No debe sorprendernos que en su tiempo Pablo escribiera que todos buscan lo suyo propio (Filipenses 2:21); ni tampoco debiera asombrarnos que ahora permanezcan tales actitudes e incluso veamos que se acrecientan. El egoísmo humano es una realidad innegable y siempre presente. Lo peor es que es obvio qe cada día va en aumento.    

Por ello insisto en la necesidad de que todos estemos conscientes del momento en que vivimos y no solo pensemos en el peligro que tenemos cada uno de enfermar o morir si nos contagiamos debido a la pandemia. También debiéramos estar conscientes de que todo puede complicarse aún más si nos comportamos de una manera egoísta. Todos, incluso sin enfermarnos, hemos sido afectados por el aislamiento, las restricciones de movimiento, la paralización de nuestras actividades y las grandes afectaciones económicas que en mayor o menor medida hemos sufrido. Estamos inmersos en una experiencia que nos afecta a todos y nadie debe tomar decisiones y comportarse sin tomar en cuenta el sentir o las necesidades de los demás.

Como mencioné hace meses en una publicación anterior, la relación entre el apóstol Pablo y Epafrodito, a quien la iglesia de Filipos envió para que le sirviera y atendiera en Roma, es un ejemplo claro de cómo actúan las personas cuando están desprovistas de egoísmo personal y tienen en cuenta el bien de los demás y sus necesidades. Un espíritu generoso tiene un efecto muy bienhechor cuando estamos envueltos en grandes dificultades. ¡Cuán bueno sería que todos actuáramos de esa manera!  

Al conocer que Pablo estaba preso en Roma, la iglesia de Filipos no solo le mandó una ofrenda, sino que envió a Epafrodito para que le asistiera y cuidara personalmente durante su encarcelamiento. ¿Sabías que acompañar a un recluso pendiente de juicio en el imperio romano, exponía a quien lo hiciera a ser involucrado en la misma causa? Epafrodito, después de estar un tiempo con Pablo, cayó gravemente enfermo, lo cual angustió muchísimo al apóstol. Es posible que Epafrodito, consciente de lo que significaba para la iglesia de Filipos su presencia junto al apóstol, no se angustiara tanto pensando en sí mismo, sino en Pablo y sus necesidades. Gracias a Dios, pudo sanar y continuar ayudándole.

Entonces sucedió lo inesperado: Pablo, viéndole curado, decidió enviarle de regreso porque deseaba que los filipenses se gozaran al verle regresar sano y salvo. ¿Te das cuenta? A pesar de la ayuda que la presencia de Epafrodito significaba para él, el anciano apóstol mostró que él no pensaba en sí mismo, sino en la felicidad que el regreso de su ayudante sano y salvo proporcionaría a los filipenses. Por lo tanto, les escribió diciéndoles: Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza. Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él (Filipenses 2:28-29).

Pablo pensaba en el dolor de la iglesia al saber que su mensajero había enfermado y prefirió que tuvieran el gozo de verle regresar sano,. Epafrodito regresó para complacer a Pablo y alegrar a los creyentes de Filipos. La vida es más hermosa cuando en vez de pensar en nosotros mismos, pensamos en otros y nos disponemos a causarles alegría y bienestar.

Así fue que Epafrodito, al viajar a Roma para ayudar a Pablo no solo ocupó un lugar muy importante en el ministerio apostólico, sino también en la historia del cristianismo a pesar de que solo sabemos de él que acompañó y sirvió a Pablo hasta que una enfermedad se lo impidió. Al sanar, complació al apóstol regresando a Filipos para dar esa alegría a los hermanos de su iglesia. A su vez, Pablo prefirió que regresara a costa de perder su ayuda y compañía. ¿Notas cómo los dos actuaron con un notable desinterés propio, deseando alegrar y bendecir al otro?

Es una verdad incuestionable que mucho de lo que logremos en la vida lo determinará nuestra manera de interactuar con otras personas, de modo especial cuando nos encontremos en momentos difíciles. El amor cristiano propicia relaciones con valores eternos si somos capaces de comprender lo que sienten los demás y cuáles son sus verdaderas necesidades. Todo ello tiene un valor especial ahora cuando las vidas de todos han sido afectadas no solo por el peligro de contagiarnos, enfermar y morir, sino por sufrir un cambio tan drástico en la forma de vivir y relacionarnos con los demás en medio de esta pandemia. Hoy, si bien cada cual tiene la responsabilidad de cuidarse a sí mismo, es importante recordar que si no lo hacemos también estaremos exponiendo a los demás.

Cumplir con todos los requisitos de las normas sanitarias y evitar a toda costa las aglomeraciones de personas para no exponernos a un contagio, es una acción que además de protegernos a nosotros mismos, preserva y bendice a cada uno de nuestros familiares y personas allegadas. También demuestra cuanto nos importa la vida y el bienestar de los que amamos. Vivimos una situación en que el cuidado personal a una exposición al contagio es crucial, porque también demuestra nuestro amor a los demás. Mantenernos sanos es una forma de bendecir y ayudar a nuestros familiares y a todas las personas que amamos.

 Quienes solo piensan en sí mismos casi siempre se van de este mundo sin dejar huellas y solo amontonan frustraciones y amarguras. Sin embargo, quienes preocupados por el bienestar de los otros llenan sus vidas de buenas acciones disfrutan del gozo de ser útiles, bendecidos y muy amados a su vez. En un momento tan crítico como este en que la cantidad de enfermos y fallecidos está creciendo tan peligrosamente, es bueno reconocer que si nos cuidamos estamos bendiciendo y ayudando a las personas más cercanas y queridas. ¿Cómo te sentirías si alguien que amas se contagia debido a una imprudencia tuya?

Dios nos ayude para que en este tiempo tan largo y difícil, que ha afectado por completo la vida de todos, seamos capaces de comprender que la salud de quienes nos rodean depende en gran manera de que nosotros mismos evitemos enfermarnos. Oremos porque nuestra familia y la gente que amamos no se enfermen, pero recordemos que todo también dependerá de la forma en que nosotros mismos nos cuidemos. A la vez que haya una persona enferma en una casa o familia todos los demás estarán expuestos.

Entonces, no cuidarnos es un acto de egoísmo que no tiene en cuenta el bienestar de la gente que más amo. ¡Claro que podemos orar porque nuestros seres amados no se enfermen! No obstante, busquemos la forma de hacerles sentir seguridad al saber que nosotros mismos estamos cuidándonos responsablemente.

De esa manera todos seremos bendecidos.    

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