
Por el pastor: Raúl C. Fraguela, San Miguel del Padrón, La Habana
«Es por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es Tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré (Lamentaciones 3:22-24»
Muchas veces, actuamos a la ligera ante los problemas de los demás. Los aconsejamos con rudeza y oramos con respecto a ellos para que Dios les aumente la fe y para que les de sabiduría, pero no intentamos, en ninguna manera, ponernos en el lugar del otro.
El Señor me ha hecho y me hace pasar por muchas pruebas en el tiempo que he sido pastor. A veces pienso que es una forma que él emplea para que pueda entender el dolor y las necesidades de los demás y no actuar de una manera inadecuada. Entiendo, que la misericordia también quiere decir: ponernos en el lugar de otro. Solo de esa manera podremos sentir sus penas, hacernos conscientes de sus angustias y carencias y lograr tener una mejor comprensión de los problemas ajenos.
Servimos a Dios y es muy bueno saber que él conoce lo que es caminar con nuestros zapatos. Seguimos a Cristo, quien nos mira con misericordia y nos dice: vayan en paz. Y finalmente nos regocijamos y llenamos de alegría al aceptar al Señor y llenarnos de Su Espíritu. ¿Estarías dispuesto a aceptar la misericordia que Dios te regala cada mañana? ¿Podrías compartirla con otros a tu alrededor?
La palabra del Señor siempre nos insta al perdón, a la comunión fraternal, al crecimiento en fe y la maduración en caracter. También nos invita a compartir la misericordia que nos brinda cada día, con cada uno de nuestros hermanos. Como dicta la palabra en Efesios 4:32: Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Vayamos entonces, adelante, respirando y compartiendo la misericordia del Señor. Recordemos que la mejor muestra de misericordia nos la ofrece Él mismo, quien ha decidido estar con nosotros, compartir nuestro dolor y nuestra angustia, y por encima de todas las cosas, acompañarnos siempre con Su presencia y cuidado. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso (Lucas 6:36).
¡Aprendamos a ponernos en el lugar de otros!