
Aunque Jesús dijo muy claro a sus discípulos: En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo (Juan 16:33); los seguidores de Cristo del Siglo XXI todavía nos sorprendemos cuando las aflicciones nos acosan. No obstante, ¡ningún sufrimiento debiera extrañarnos! Ni siquiera la pandemia del Covid 19 con su enorme carga de enfermos, fallecidos y terribles consecuencias para toda la humanidad.
Las aflicciones llegan y algunas son tan fuertes, largas, desconcertantes, paralizadoras y angustiosas como la que, en mayor o menor medida, enfrentamos desde que el virus Sars- Cov-2 decidió esparcirse por el mundo. Bueno, a decir verdad, el virus no decidió nada, ni puede viajar por sí solo. ¡Somos los humanos quienes le hemos transportado!
El personaje bíblico del cual hablaremos en el programa de hoy, no padeció una pandemia, pero fue una víctima más cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacin, rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios… (Daniel 1:1-2). Se lee fácil, ¿verdad? Pero así comenzó un cautiverio de setenta años para miles de personas, entre ellas el joven Daniel.
Cualquiera pudiera decir que tal evento destruyó la vida del noble joven al arrancarle de su patria, su familia, su cultura y sus propósitos de vida. No obstante, la historia de Daniel demuestra que sin importar el tipo o la intensidad de la aflicción que nos acose, todo dependerá de la manera en que respondamos a los nuevos retos. Por lo tanto, la historia de Daniel ha servido de inspiración para muchos, a pesar de la adversidad que sufrió…
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