
¿Cómo debe actuar un creyente en Cristo cuando tiene que convivir necesariamente con personas que no creen lo mismo y tienen diferentes costumbres? Es obvio que deseemos que los familiares con quienes convivimos y la gente con quien nos relacionemos tengan nuestra misma fe, pero ello no siempre ocurre. Algunos logran que toda su familia y muchos de sus amigos les sigan en su experiencia de fe, pero a otros se les hace imposible o muy difícil lograrlo…
Además, suele suceder que a nuestros familiares y amigos no creyentes no les agrade que les hablemos de Cristo. No olvidemos que hasta el apóstol Pablo escribió que no es de todos la fe (2 Tesalonicenses 3:2). ¿Será entonces imposible desarrollar con ellos relaciones significativas?
El hecho de que seamos cristianos no significa que debamos despreciar a quienes no lo sean. Como el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5), aun a las personas más difíciles debemos mostrarles el amor de Dios y relacionarnos respetuosa y afectosamente con ellas… Mucha gente que al principio reniega y prefiere ignorar la fe, un día termina abrazándola…
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