
Según la Biblia, una razón por la que a veces no recibimos respuesta a nuestras oraciones, es porque pedimos mal: Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites (Santiago 4:3). De niño, pedí a Dios que los Reyes Magos me trajeran un tren eléctrico más grande que el que tenía un primo mío porque él se enorgullecía de tener el mejor que había en el pueblo. Seguro de que Dios contestaría mi petición, esa mañana me levanté listo para salir corriendo a su casa y echarle en cara:
—¡Me trajeron un tren mayor y mejor que el tuyo!
Los Reyes Magos me trajeron el tren, pero era de cuerda, más chico y de muy mala calidad. Así aprendí que algunas oraciones ni siguiera llegan al techo. Para colmo, enseguida llegó mi primo y se burló muchísimo de mi ridículo y barato tren de cuerda.
La Biblia enseña que Dios no escucha peticiones que buscan exaltar nuestro ego. ¿Lo sabías? Sin embargo, hoy comprendo que aquella petición fue mi oración mejor contestada aunque no se me concedió lo que pedí. Recibí una buena lección sobre la verdadera sabiduría, esa que él quiere que le pidamos y está dispuesto a concederla en abundancia…
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