
Enfrentando las disímiles circunstancias que la vida nos presenta, es casi imposible no experimentar afán o ansiedad en determinados momentos aunque seamos personas de fe y confiemos en el Señor. ¡No somos de piedra!
No obstante, la Palabra de Dios siempre nos conmina a estad quietos y reconoced que yo soy Dios (Salmo 46:10). Especialmente ante las situaciones que no podemos resolver por nosotros mismos, o cuando la ansiedad o los temores nos abruman porque tenemos grandes retos por delante, depositar en el Señor nuestra confianza puede ayudarnos a experimentar paz en los momentos más estresantes…
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