
No todo lo que brilla es oro, declara un refrán muy conocido que nos revela una gran verdad: a veces las apariencias pueden engañarnos. ¿Sucederá lo mismo con el cristianismo que vivimos algunos de nosotros? Todo lo que decimos creer, ¿coincidirá siempre con lo que otros ven cuando nos miran actuar ante las disímiles situaciones que a veces se nos presentan?
Cierto es que nadie es perfecto, pero debiéramos ser muy cuidadosos. Si reaccionamos de manera errada a cualquier circunstancia fortuita, pudiéramos provocar que otros duden sobre la sinceridad de nuestra fe.
Cuando eso sucede, en vez de inspirarles a creer en lo que predicamos, les hace pensar que todo es falso, inoperante, ridículo, y nos convertimos en un obstáculo para que otros abracen la fe que predicamos…