
Apoyada poderosamente por los medios masivos de comunicación y las redes sociales, la conducta humana contemporánea evidencia cada vez más un rechazo rotundo a los valores que enseña la Biblia como Palabra de Dios. Aunque ello nos aterre, debiéramos asumirlo sin sorprendernos, pues el apóstol Pedro lo advirtió con claridad: Así qué hermanos, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor; o por entrometerse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello (1 Pedro 4:15-16).
Al sugerirnos que glorifiquemos a Dios por ello, se refiere a que debemos mostrar nuestro amor y obediencia a Dios con una actitud tan piadosa como firme, pues en un versículo posterior aclara: De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel creador; y hagan el bien (1 Pedro 4-19). Me agrada como traducen ese versículo dos versiones bíblicas contemporáneas: Así que, incluso los que sufren en conformidad con la voluntad divina, deben confiarse a la fidelidad del Creador, sin dejar de hacer el bien (BHTI). De modo que si sufren de la manera que agrada a Dios, sigan haciendo lo correcto y confíenle su vida a Dios, quien los creó, pues él nunca les fallará (NTV).
Sabemos que en los primeros tiempos del cristianismo, cuando la creciente iglesia primitiva impactaba más al pueblo, los gobernantes, los ancianos y los escribas (Hechos 4:8) les prohibieron a Pedro y Juan predicar y enseñar en el nombre de Cristo, más ellos contestaron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios, porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (4:19-20).
En aquellos momentos, los cristianos en Jerusalén eran una multitud muy impactante, tanto por su número como su comportamiento: Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas, y vendían sus propiedades, y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno (2:44-45). La prohibición de predicar no fue causada solamente por la sanación del cojo de nacimiento en una de las puertas del templo, sino también por la amorosa vida comunitaria de los recién convertidos en la ciudad, lo cual provocó el recelo de quienes no eran tan generosos ni preocupados por el bien común.
Ante tal disyuntiva, impresiona la manera en que los creyentes oraron: Y ahora Señor mira sus amenazas y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra mientras entiendes tu mano para que se hagan sanidades, señales y prodigios… (4: 29-30ª). No estaban muy preocupados por las intimidaciones. Solo dijeron a Dios mira sus amenazas y pidieron les concediera predicar con denuedo —valor, decisión, intrepidez—, y que se manifestara obrando prodigios como solo él podía hacerlo.
¡Qué historia tan llena de lecciones! Satanás intentó impedir el exitoso movimiento alentando los propósitos egoístas de Ananías y Zafira (5:1-11) y las murmuraciones en la congregación (6:1-6). Como la pujante iglesia continuó predicando y creciendo (6:7), las reacciones exteriores culminaron en el martirio de Esteban (7:54-60) y la persecución de los creyentes, asumiendo Saulo de Tarso un rol protagónico estelar.
¿Imaginarían los creyentes cuál sería el mayor prodigio que sucedería? El perseguidor que asolaba a la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel (8:3), respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor (9:1); ¡se convirtió a Cristo! Viajó a Damasco persiguiendo a los creyentes que huían de Jerusalén, pero regresó como un predicador del evangelio (9:1-22).
Los cristianos fueron tan sorprendidos por tal suceso que al regresar Pablo a la ciudad él trataba de juntarse con los discípulos y todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo (9:6). ¿Te das cuenta que la falta de fe que a veces muestran los creyentes sobre las maravillas que Dios hace, continúa siendo un mal endémico del cristianismo?
¿No estaremos nosotros desconcertándonos demasiado por el actual y evidente rechazo a las enseñanzas bíblicas debido a las posibilidades tecnológicas y mediáticas actuales? Confiemos más en el poder de Dios mientras continuamos haciendo el bien como nos corresponde. Como Dios sigue siendo el mismo, las conversiones y los prodigios más inesperados pueden suceder. Veinte siglos de historia del cristianismo nos demuestran que él siempre muestra su gloria y su poder para bien de los suyos.
Aunque haya cada vez más corrupción y agresividad contra la fe cristiana, no dudemos: Dios continúa siendo amplio en perdonar. Desde hace muchos siglos el profeta Isaías escribió: Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar (Isaías 55:7).
Prediquemos y enseñemos con amor la Palabra de Dios sin amilanarnos por las amenazas del tiempo presente. Dios sabe cuánto sucede. No nos enfoquemos demasiado en las críticas de quienes no quieren, no aceptan o no pueden entender nuestra fe, pues así podríamos desarrollar una actitud que acreciente las barreras entre ellos y nosotros dificultando más la tarea de compartirles con amor y gracia las verdades bíblicas que pueden transformar sus vidas para bien.
Me impresionan mucho la misericordia, gentileza y comprensión que Jesús mostró en sus relaciones con los pecadores de su época, incluyendo a los publicanos —los recaudadores de impuestos—, que solían ser tan despreciados y odiados por todos. Él fue mucho más severo y crítico para con quienes desde una supuesta posición de fe y amor a las Escrituras, no cumplían con lo que pretendían enseñar. ¿Entonces? Si nos preciamos de amarle y tenerle a él como nuestro único Señor y Salvador, nuestro ejemplo supremo de vida, haríamos bien en imitarle. Tal vez así nuestro testimonio impactaría mucho más a tantos que ahora nos critican y desprecian. ¿Podríamos intentarlo?
Juan, por cierto, lo escribió muy claro: El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo (1 Juan 2:9).
Gracias Pastor Alberto por esta enseñanza y exhortación que provoca a examinarme y mejorar la conducta errada. Dios muestra Su bondad haciéndonos mirar en Su Santa y viva Palabra. Gracias por compartirla con amor con gracia.
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