Satisfacción eterna

Cuando Jesús se sentó en el pozo de Jacob y tuvo una conversación profunda con una mujer samaritana, hasta sus discípulos se admiraron de que él hablara con alguien que además de vivir en un área que los judíos despreciaban, tenía un historial de vida cuestionable.

La hostilidad entre judíos y samaritanos existía desde que los últimos construyeron un templo para la adoración en el Monte Gerizim, despreciando al Templo de Jerusalén. Por ello muchos judíos incluso rehuían internarse en el territorio de Samaria aunque por allí pasaba el camino más corto para viajar desde Jerusalén hasta Galilea.

Jesús soslayó los prejuicios y la enemistad existente entre ambos pueblos e inició con la mujer una conversación tan significativa que resultados fueron asombrosos.

Jamás debiéramos dudar del efecto transformador que puede ocurrir en el alma de cualquiera —no importa quien fuere, piense como quiera, o viva donde sea—, cuando abraza la verdadera fe y encuentra la paz y el perdón que cada ser humano necesita…

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