
Hablando de los héroes de la fe, la Biblia afirma: de los cuales el mundo no era digno (Hebreos 11:39). ¡Qué concepto tan interesante! Ellos se distinguieron por la integridad de la fe que mostraron frente a la generación en la cual les correspondió vivir.
La enseñanza bíblica sobre el valor y la dignidad de las personas es incompatible con lo que ahora percibe la mayoría sobre quiénes son los admirables, poderosos y héroes del momento. Hoy la fama de alguien se mide por sus seguidores en las redes sociales, sus propiedades o el dinero que posee, su posición social, empresarial, política o por las multitudes que sea capaz de congregar si es un artista y las emociones que manifiesta la gente cuando sube al escenario, etc. De modo que, salvo dignas excepciones, muchos de los héroes y famosos actuales no son precisamente dechados de virtud, lo cual las redes sociales publicitan con saña. En realidad hoy mucho tiene que ver con la astucia y las coyunturas que propician y aseguran lo que llamamos realización personal, concepto que deslumbra y subyuga a un mundo donde el ego se manifiesta cada vez más agresivo.
La Biblia promueve valores diferentes al reclamar a los creyentes que ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Corintios 5:15). De modo que aunque como cristianos también tengamos derecho a realizarnos como personas exitosas e influyentes, debe quedarnos claro que si nuestras acciones y decisiones van dirigidas siempre a buscar solo nuestra conveniencia, comodidad, bienestar y reconocimiento personal, pudiéramos estar en el bando equivocado.
Los personajes bíblicos más prominentes, aunque disfrutaron grandes victorias espirituales también sufrieron vituperios y azotes, prisiones, apedreamiento, muerte, migraciones, pobreza, angustias y maltratos, como lo describe el capítulo de Hebreos antes mencionado. Por tanto, no nos extrañemos si a los cristianos fieles del Siglo XXI todo llegara a resultarnos más difícil de ahora en adelante, sobre todo para quienes no estén dispuestos a ignorar los principios bíblicos y persistan en obedecer y compartir el evangelio de Cristo con todas sus implicaciones.
No ignoramos que muchos que se consideran cristianos interpretan la vida abundante que Jesús prometió como llena de riquezas y disfrutes sin límite; libre de preocupaciones y sufrimientos humanos porque olvidan las palabras de Jesús: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lucas 9:23). Por lo tanto, si notas que la vida te está llevando recio, hermana o hermano mío, no te asombres. ¡Te está ofreciendo las mejores oportunidades de llegar a ser un héroe o heroína de la fe!
Obedecer y agradar a Dios es la meta suprema de quienes decidimos seguir a Jesús aunque otros piensen mal de nosotros y nos rechacen. Los héroes de la fe en Hebreos 11, como escogieron ser maltratados con el pueblo de Dios antes que gozar de los deleites temporales del pecado (v.25) ganaron que la Biblia se refiriera a ellos de manera tan loable, pues recibieron la condena y el maltrato de sus contemporáneos por rebelarse contra la impiedad, la incredulidad, la corrupción, la superficialidad y la desobediencia a Dios que les rodeaba.
¿Te das cuenta que ahora tenemos la misma disyuntiva? Las incongruencias y conflictos humanos que hoy sufrimos provienen del pecado, la podredumbre moral y el creciente egoísmo que se manifiesta en la cultura contemporánea. Pero muchos achacan todo a nuestra interpretación dogmática de las verdades bíblicas que ellos consideran arcaicas. Por ello, aunque sus críticas contra nosotros sean cada vez sean más amenazadoras, nuestra misión es mantener una fidelidad absoluta al Señor siendo consecuentes con la fe que profesamos.
Aunque nos acusen, desprecien y no logremos muchos likes en internet en nuestras publicaciones, debemos mantener íntegro nuestro testimonio personal a toda costa. Lo cual significa vivir una vida que nunca demerite lo que creemos y predicamos. Cuidémonos mucho de no aparecer en fotos frívolas en las redes sociales ni en aquellas que corregidas con filtros nos hagan aparentar lo que no somos, pues ello demostraría inmadurez y superficialidad. Evitemos la moda creciente de retratarse en poses provocativas o sensuales porque los verdaderos hijos de Dios a través de los siglos, se han preocupado por glorificar el nombre de Cristo mediante su santidad, humildad e integridad personal. Con respecto a las fotos aludidas solo me refiero a aquellas que revelan cuantos hábitos y prácticas mundanales ya han logrado penetrar la vida y las costumbres de algunos cristianos contemporáneos. No olvidemos la recomendación de Romanos 12:2: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Es obvio que para vivir en santidad y en obediencia a Dios habrá que tomar decisiones heroicas que podrán molestar o disgustar a quienes no comparten ni entienden nuestra fe. Si así ocurriera, tal como aconsejó el apóstol Pedro, siempre debemos estar preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que demande la razón de la esperanza que hay en vosotros (1 Pedro 3:15). Ello significa que trataremos con amor, respeto, dignidad, humildad y bondad a nuestros opositores porque ese es nuestro deber cristiano. En toda circunstancia difícil, recordemos las palabras alentadoras que Jesús dijo a sus discípulos: No temáis, manada pequeña, que a vuestro Padre os ha placido daros el reino (Lucas 12:32).
Aunque vengan tiempos más difíciles, mantengamos la confianza en el amor y la protección del Dios que jamás abandona a los suyos. Como Pablo dijo hace más de 2,000 años, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo padecerán persecución; más los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, confiando y siendo engañados. Pero tú persiste en lo que has aprendido y te persuadiste (2 Timoteo 3:12-14). ¡Desde entonces quienes han querido desaparecer la fe cristiana de la faz de la tierra no han podido lograrlo!
La Biblia y la historia del cristianismo nos recuerdan que es meritorio no ser dignos de este mundo. Bien lo dijo Cristo: Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os ejegí del mundo, por eso el mundo os aborrece (Juan 15:19). Aunque suframos y seamos incomprendidos, vivivamos nuestra fe como corresponde y actuemos como embajadores que somos en nombre de Cristo con la sublime misión de llamar a todos a reconciliarse con Dios. Si así hacemos, comprobaremos que como decía un antiguo himno: no importa que sufra, sufrió el por mí, ¡sirviendo a Jesús soy feliz!
No perdáis, pues vuestra confianza que tiene grande galardón; porque es necesaria la paciencia, para que haciendo la voluntad de Dios obtengáis la promesa. (Hebreos 10:35-36).