
Sufriendo los múltiples problemas de la vida diaria —y especialmente en los últimos años debido a la pandemia del Covid 19 y sus terribles consecuencias, hemos oído muchas veces la expresión: no se ve la luz al final del túnel. Ignoro a cuantas personas les agradará la experiencia de atravesar túneles, pero aunque reconozco su utilidad para acortar distancias, debo confesar que no me agradan en lo absoluto.
Por lo tanto, habituado a los pocos y cortos túneles cubanos, en los cuales la aludida luz al final se ve casi inmediatamente después de entrar a ellos; cuando transito en el extranjero por túneles mucho más largos me inquieto bastante. Si por alguna razón el tráfico se detiene y todavía no se ve la luz de la salida —algo que suele ocurrir con demasiada frecuencia—, mi inquietud aumenta cada segundo. ¡Qué agradable sensación de alivio y seguridad experimento cuando los vehículos comienzan a moverse y puedo ver la dichosa y añorada luz al final!
En algunos aspectos la vida humana es como un túnel. Aunque no fuimos del todo conscientes cuando entramos a él, sí sabemos que estamos haciendo un recorrido terrenal que sin duda terminará un día. Solo que en este caso, a pesar de todos los inconvenientes, desencantos y frustraciones que suframos, deseamos que nuestra muerte demore en llegar lo más posible. También, la gran duda o pregunta de muchos con respecto a ella es si habrá luz o tinieblas al final, ¿o acaso sencillamente nada como piensan otros?
La Biblia habla claramente de la luz que experimentan los creyentes en Cristo durante su vida terrenal, la cual será mucho más gloriosa cuando arriben al final de ella…