El sentir de Cristo

¿Será posible a la mente humana comprender totalmente lo que significó para Cristo despojarse de su condición divina, asumir un cuerpo terrenal y además morir en la cruz para salvar a quienes creyeran en él? ¡Es lógico que los teólogos hayan discutido durante siglos sobre el alcance de la expresión paulina se despojó a sí mismo! Los humanos, tan orgullosamente apegados a nuestros derechos, condiciones y posiciones, quedamos anonadados ante tal pronunciamiento.

Aunque somos corruptos y erramos fácilmente, nos aferramos a nuestra dignidad humana y nos es difícil apreciar la magnitud de la acción de Cristo al asumir su encarnación. Ante ello, ¡qué absurdas resultan nuestras actitudes soberbias y pretenciosas! El Hijo de Dios se humilló hasta lo sumo con tal de salvarnos y transformarnos. Para ello, el Dios de la gloria habitó un cuerpo humano. ¿Podemos siquiera imaginar las limitaciones que asumió al hacerlo? El poder eterno que creó el universo vino a ser una más de las criaturas terrenales. Experimentó a plenitud la fragilidad humana con tal de redimirnos.  

La oración de Jesús cuando ya se acercaba su muerte: Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes de que el mundo fuese (Juan 17:5), nos permite vislumbrar la magnitud de su sacrificio. No habitó este mundo para su conveniencia, sino por nuestra necesidad. También para enseñarnos que debiéramos buscar el beneficio ajeno por encima del propio, algo cada vez más ausente en la conducta humana actual. Tal parece que Jesús nos dijera:

Hagan bien a los demás aun en el caso de que deban renunciar a derechos legítimos y ventajas personales. El bienestar de quienes amamos merece cualquier sacrificio, cualquier renunciamiento, cualquier dolor, cualquier entrega.

Nosotros preferimos utilizar expresiones diferentes:

—Tengo derecho a disfrutar mi vida sin que las necesidades de otros estorben mis planes.

¡Cualquiera diría que somos seguidores de Poncio Pilatos, pues ante situaciones comprometedoras nos lavamos las manos como él aunque sabemos cuán pusilánime fue su actuación! ¿Aceptaremos alguna vez que nuestras tan comunes actitudes individualistas, soberbias y pretenciosas son del todo ajenas a la fe cristiana? Como seguidores de Jesús lo correcto sería que nuestras decisiones y acciones siempre estuvieran encaminadas al bienestar ajeno y no al propio.  

El reto mayor que nos presenta a los creyentes el hecho de que Jesús se despojara a sí mismo, no es entender lo que ello significó para él —algo que nos es imposible comprender del todo—, sino aceptar que debiéramos mostrar siempre su misma disposición. Los estudiosos de la Biblia discuten tanto sobre el significado del despojamiento propio de Jesús porque es más fácil dedicarse a profundas discusiones teológicas que obedecer y poner en práctica humildemente sus implicaciones elementales, por demás muy claras.

El orgullo y superficialidad que a veces exhibimos los creyentes en Cristo tiene una razón obvia: el rechazo que hacemos a todo lo que conlleve renuncia y sacrificio, mientras proclamamos vivir entregados y sirviendo a quien fue capaz de abandonar su gloria celestial, humillarse a sí mismo y hacerse  obediente hasta la muerte. ¿Lo has pensado? El Hijo de Dios no se aferró tampoco a su recién adquirida y perfecta dignidad humana, esa que es tan valiosa e irrenunciable para nosotros a pesar de no ser como él debido a nuestras imperfecciones. Jesús se sometió voluntariamente a la soberanía divina mostrando una obediencia sin límites aunque ello implicara ser humillado, traicionado, escupido, flagelado, condenado, despreciado y finalmente clavado en una cruz.

Nosotros persistimos en luchar contra las injusticias o heridas que sufrimos de la única manera que jamás será posible vencerlas: conservando y hasta exhibiendo nuestro orgullo propio. Lo peor es que cuando algo así sucede, olvidamos que Jesús nos enseñó que cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido (Lucas 18:14). ¡Cuán fácilmente pretendemos ignorar que cualquier actitud orgullosa es esencialmente incompatible con la fe cristiana! Nos resistimos a humillarnos ante incomprensiones, circunstancias adversas, injusticias e incluso ante las consecuencias de nuestros propios errores. ¿Será el Espíritu Santo el que alguna vez susurre en nuestros oídos las palabras que tanto nos agradan: no tienes por qué humillarte?

Recordar a Jesús en la cruz, su actitud y todo lo que desde allí expresó —especialmente sus palabras Padre perdónalos porque no saben lo que hacen (Lucas 23:34)—, debiera impedir que al experimentar la injusticia y la maldad humanas escojamos obedecer las órdenes presuntuosas de nuestro ego, siempre dispuesto a manifestarse. Quiera Dios que durante esta semana que recordamos la pasión, muerte y resurrección del Señor, todos los que pretendemos ser sus seguidores meditemos en que necesitamos mantener a toda costa el espíritu de Jesús. Es hora de que valoremos y obedezcamos sus palabras tal vez menos recordadas: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas (Mateo 11:29).

Es muy difícil lograrlo —lo sé por mi propia experiencia—, pero nos es absolutamente necesario si de verdad queremos actuar como seguidores suyos. De lograr hacerlo, de seguro encontraremos el descanso que él prometió para nuestras almas aunque enfrentemos la más difícil y frustrante de las situaciones.

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo (Juan 14:27).

Un comentario en “El sentir de Cristo

  1. Amén. Ejemplo nos dejó , cada día debemos humillarnos en su presencia, y reconocer que sólo El es digno de gloria , honra y honor. Es poderoso y sólo somos sus siervos .

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: