
Compositor de música clásica, pianista virtuoso y director de orquesta, Franz Liszt nació en 1811 en lo que hoy es Hungría. Murió en Alemania en 1886 siendo sacerdote, vocación que abrazó cuando tenía 54 años. Estaba en la plenitud de su carrera musical cuando compuso y publicó en 1850 una obra compuesta por tres Nocturnos que hoy conocemos como Sueño de Amor (en alemán Liebestraum). El primero, dedicado a exaltar el amor religioso o sagrado; el segundo, al amor erótico, y el tercero ─el más conocido y famoso de todos─, dedicada al amor incondicional, el amor maduro.
Creo que escuché por primera vez esa obra en las clases de apreciación musical que el inolvidable Dr. René Castellanos impartía en la biblioteca del Colegio Presbiteriano La Progresiva de Cárdenas. ¿Cómo imaginar que dicha obra marcaría etapas muy importantes de mi vida? Años después, en 1962, fui a ensayar para una boda en la que me pidieron participar y resultó que los novios querían que se cantara el Nocturno No. 3, el Sueño de Amor de Franz Liszt. Aunque la letra no era el poema original que inspiró la obra, fue escrita posteriormente para ser usada en ceremonias nupciales. ¿Habré planificado entonces hacerlo también en mi propia boda? No lo recuerdo, era demasiado joven y ni siquiera tenía novia, pero guardé la partitura y la letra como algo muy valioso.
Según la hermana Ormara Nolla, ─pianista de la Iglesia Bautista de Ciego de Ávila y nuestra amiga y hermana muy especial─, yo mismo le entregué esa partitura dos días antes de nuestro matrimonio para que nos acompañara en el piano mientras Miriam y yo la cantáramos durante la ceremonia. ¿Cómo conservé esa copia y de qué forma llegó a las manos de Miriam si yo estaba internado en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) desde noviembre de 1965? La única explicación posible es que ella la hubiese recibido en un paquete con mi ropa y algunas pertenencias que mi madre le envió poco antes de nuestro matrimonio.
Novios desde el 23 de octubre de 1963, como Miriam vivía y trabajaba en Ciego de Ávila y yo estudiaba en el Seminario Bautista de La Habana, desarrollamos un noviazgo mayormente epistolar con breves encuentros durante las vacaciones de verano o Navidad. Como todo marchaba bien, planificábamos casarnos inmediatamente después de mi graduación en el verano de 1966.
Pero el 26 de noviembre de 1965 fui internado en las UMAP y solo tres meses después, en las visitas mensuales de una hora o dos que a partir de febrero de 1966 pudimos recibir, comenzamos a planificar casarnos en el primer pase que me dieran. Debido a nuestras condiciones económicas y la infame situación en que estaba, soñar con casarnos era una quimera, y para algunos, una insensatez. Ni siquiera podíamos planificar la fecha. Era un Sueño de amor casi irrealizable que convertido en nuestra única razón para vivir, nos animó en ese tiempo cargado de ignominia.
No obstante, al anochecer del jueves 16 de junio de 1966 sorprendí a Miriam llegando a su casa justo después de que ella canceló todos los planes para casarnos ese fin de semana al saber que me habían cancelado injustamente el pase. Cómo logré salír es otra historia, pero así comenzó una carrera loca, tan cargada de planes e ilusiones como desprovista de dinero y posibilidades para prepararlo todo y casarnos el domingo en la tarde.
El sábado ensayamos la canción que anhelábamos cantar y el domingo a las seis de la tarde llegamos a la iglesia. Miriam desfiló hermosísima con el traje de novia que le prestó Dania Paz, otra amiga especial y hermana de la iglesia, y yo le esperé en el altar vestido con mi único y viejo traje que por haber perdido cuarenta libras de peso en los últimos siete meses parecía ajeno.
Emocionados por realizar nuestro Sueño de amor, éramos inmensamente felices aunque carecíamos de todo. Comenzamos la ceremonia con un temor creciente debido a la famosa y complicada obra musical que cantaríamos, con una tesitura muy alta para ambos. Los sueños de amor suelen ser así, inexplicables, impredecibles… y atrevidos.
Me correspondía cantar la primera estrofa y me sentí en el cielo al hacerlo: El corazón yo vengo a entregarte, lo entrego tan solo a tí. Como una copa vengo a ofrecer, desbordante de amor. Arrodillado estoy, humilde y suplicante yo ruego a Dios que podamos ser siempre amantes, Señor, y ser siempre fiel…
Y Miriam, nerviosa y tensa, pero feliz también, entonó la segunda: Mi alma se extasía y proclama, mi gran, gran amor, amor por ti. Y sobre nos, se extienden nuestros votos, como un sueño de amor…
Entonces la pianista comenzó a interpretar el interludio de la obra ─la parte más difícil para ella─, pues requiere de una ejecución virtuosa. Aproveché ese momento para decirle a Miriam al oído que justo antes de comenzar la ceremonia, nos regalaron el pasaje en tren para viajar de luna de miel hacia la Habana. ¡Increíble! ¿No? Habíamos llegado a la iglesia sin saber a dónde iríamos esa noche cuando todo terminara. Fue tras esa noticia que cantamos la tercera estrofa juntos: El corazón venimos a entregarnos, con la bendición de Dios. Y prometernos eternal amor, amor, sin par, si lo bendice Dios. Ya es dulce realidad, el sueño de mi amor. Amor, amor, dulce sueño de amor...
Respiramos muy felices mientras oíamos los sollozos en la congregación de quienes escuchándonos y conocedores de los detalles de nuestra historia, se emocionaron hasta lo sumo. No imaginamos en aquel momento que volveríamos a cantar de nuevo el Sueño de Amor de Liszt. Era nuestra canción inolvidable, cuyo recuerdo nos ayudaría a seguir viviendo cuando siete días más tarde nos separáramos de nuevo, ignorando cuándo volveríamos a estar juntos.
No obstante, el Sueño de amor vino a ser parte inseparable de nuestra historia. Terminó el tiempo de separación, volví al Seminario y me gradué el mismo día en que cumplíamos tres años de casados. Comenzamos nuestro ministerio en San Antonio de Río Blanco y al año siguiente nació nuestro primer hijo. El Sueño de Amor volvió a nuestros labios el día 4 de septiembre de 1971 en la Iglesia Bautista de San Antonio de Río Blanco, en la boda de Isabel Fernandez y Argelio Brito, que fue la primera ceremonia nupcial que realicé en mi ministerio y ambos eran miembros de nuestra iglesia. Dos años más tarde, el 20 de septiembre de 1973 lo cantamos en la Iglesia Bautista El Calvario de la Habana, en la ceremonia nupcial del hoy Rev. Manuel Marcos Delgado y Mayda Cuevas. Él era un joven de nuestra iglesia con quien estábamos muy identificados y quisimos regalarles nuestro mejor recuerdo en el día de su matrimonio.
Tres veces más cantamos el Sueño de amor de Liszt. ¿Cómo no hacerlo en la boda de nuestros hijos si ellos eran el fruto del amor de nuestros sueños? De modo que el 31 de julio de 1992, volvimos a entonarlo en la boda de David y Clara Teresa y dos años más tarde, el 16 de julio de 1994, en la boda de Liliam y Lázaro, ambas en la Iglesia Bautista de Pinar del Río. La última vez, lo hicimos en la boda de Leydis y Elioenay en la Iglesia Bautista McCall, en La Habana, el 5 de junio de 1998. Ese día, casi treinta y dos años después de nuestra ceremonia nupcial agradecimos a Dios que nuestro Sueño de amor se había logrado en demasía. ¡Dios había sido bueno!
No todos los novios pueden cantar en su propia boda y posteriormente en la de todos sus hijos. Tampoco todos los hijos pueden tener en sus propias bodas a sus padres entonando la canción de amor que cantaron en la suya. Además, historias de amor fiel y permanente durante toda la vida ─¡pobre humanidad!─ , cada vez más son una especie en extinción. Desde entonces, no lo hemos cantado más. Dios convirtió nuestro Sueño de amor en una bendecida, larga, feliz y muy fructífera historia de la vida real. ¿Qué más desear?

Planificando cómo celebrar nuestras Bodas de Esmeralda se nos ocurrió que tal vez podríamos cantarlo de nuevo y lo intentamos. pero no fue posible. Tal realidad, sin embargo, no nos entristece. Los años que debilitaron nuestras voces fueron los mismos que nos otorgaron la dicha del amor incondicional, maduro y completo que inspiró a Franz Liszt escribir su obra maestra casi dos siglos atrás. No dejes de escucharlo ahora al final de este escrito, es una pieza magistral que llega al alma y la enaltece.
Para nosotros es emocionante constatar que de las seis ceremonias nupciales que lo cantamos, la nuestra, la de nuestros hijos y las dos parejas de miembros de nuestra iglesia en San Antonio de Río Blanco ─nuestro primer campo misionero─, todos esos matrimonios han permanecido juntos hasta el día de hoy. ¡Doy gracias al Señor por ello!
Ahora oramos por los sueños de amor de Daniel, Miguel Alejandro, Eliezer, Darío, Noel David, Rubén y Angélica, rogando al Señor que nuestros amados y maravillosos nietos lleguen a ser tan felices y bendecidos como lo hemos sido nosotros y también sus padres. ¡Y esperamos que así sea!
-Si desea descargar el archivo de música, puede hacerlo tocando los tres puntos a la derecha de la señal de audio.


Hermosa historia, vida y familia.
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Muchas felicidades y muchas bendiciones por sus 55 años de matrimonio. Un verdadero ejemplo de fidelidad y amor de lo que Dios unió. Un abrazo somos uno.
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Emocionante historia de amor y fidelidad, de las que escasean y las que nos impulsan a seguir creyendo en el poder del amor y la familia. Dios les continúe bendiciendo.
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