¿Qué hacer con tanto desatino humano?

Jacob es un personaje bíblico tan importante como controversial a pesar de su papel cimero en la historia hebrea. Todos sabemos que negoció la condición de primogénito de su hermano gemelo a cambio de un guisado rojo, tradicionalmente conocido como un plato de lentejas.

Sus padres Isaac y Rebeca formaron una familia muy disfuncional. Desde antes de nacer los gemelos luchaban entre sí y Dios manifestó que tenía un propósito especial con Jacob. ¿Por qué no actuaron sabiamente entonces? ¿Ocultó siempre Isaac a su hijo preferido tal realidad? Después que Jacob compró la primogenitura al hermano, todavía su padre planeaba bendecir a Esaú. La Biblia asegura: Y amó Isaac a Esaú porque comía de su caza; más Rebeca amaba a Jacob (Génesis 25:28). Al oír los planes del esposo, ella decidió engañarle y preparó el guisado para que Jacob se lo llevara. Al preguntarle su padre cómo pudo llevarle tan pronto la comida, respondió:  

Porque Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí (Génesis 27:20).

¡Cuánta hipocresía, oportunismo y falsedad hay en sus palabras! Vestido con ropa de Esaú para que Isaac percibiera su olor, abrazó y besó a su padre ciego. Así recibió la bendición que Isaac pronunciaba creyendo que la recibía su hijo predilecto.  

¿Era necesario el engaño para confirmar la elección de Dios a Jacob? ¿Buscó Rebeca dirección divina para lograr que su esposo hiciera lo correcto? ¿Estaría Isaac disgustado por la elección divina? ¿Debió Jacob negarse a esa treta infame? Si antes Esaú vendió su primogenitura, es vana su indignación si su hermano recibió la bendición paterna. ¡Tal vez vendió su primogenitura de mentiritas solo para complacer su estómago! Así mostró su insensibilidad y corazón vengativo: Pronto haré duelo por la muerte de mi padre y después mataré a mi hermano Jacob (Génesis 27:41).

Jacob huyó de la ira de Esaú y el padre le ratificó su bendición antes de marchar: Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos. Y te de la bendición de Abraham, y a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra en que moras, que Dios le dio a Abraham (Génesis 28: 3-4). Esaú se marchó a tomar una mujer de los ismaelitas, además de sus otras mujeres (Génesis 28:9). Rebeca, sufriendo la ausencia de su hijo preferido, murió años después sin volver a verlo.

Mientras Jacob huía tuvo una visión y escuchó palabras consoladoras: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y tu descendencia (…) y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho (Génesis 28:15). Dios tenía buenos planes para él a pesar de sus entuertos. Comprobar que él quiere bendecirnos aunque conozca nuestros errores es muy alentador.  

He titulado esta meditación qué hacer con tanto desatino humano porque la historia de Jacob nos afirma que los planes divinos se cumplen pese a nuestras torpezas y actitudes erradas. Nos urge vivir en santidad, obedecer a Dios y actuar limpiamente porque desobedecerle daña nuestra vida personal, pero no a los planes divinos. El secreto del bienestar espiritual frente a los grandes retos de la vida dependerá de cuán capaces seamos de discernir la voluntad divina y acatarla. De otra forma, solo añadiremos dolor, confusión y frustraciones.

Son tristísimas las palabras que Jacob, décadas después, dijera al faraón de Egipto: pocos y malos han sido los días de los años de mi vida… (Génesis 47:9). Tras huir de su hogar paterno fue engañado por su tío. Enamorado de su prima Raquel, ofreció trabajar para él por siete años con tal de casarse con ella. Al cumplir el tiempo celebró su matrimonio con un banquete pero esa noche desposó a su otra prima, Lea, y no a la mujer que amaba. ¡A algunos les sucede cada cosa! ¿Conoces un desatino mayor? Pues se casó con Raquel una semana después prometiendo trabajar otros siete años más por ella. Así fundó una familia peculiar que le provocaría muchos contratiempos. Si deseas saber cuántos, lee los capítulos 29 al 31 del Génesis. No obstante, lo peor le sucedió ya viejo cuando sus hijos mayores, por envidia,  vendieron como esclavo a José, su hijo preferido, a una caravana de mercaderes. Como le dijeron que una bestia le había despedazado, Jacob rasgó sus vestidos e hizo duelo por muchos días negándose a ser consolado:

—Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol (Génesis 37:35)—, confesó.

¿Podía imaginar que su hijo vivía, volvería a verlo y tendría un rol decisivo en la sobrevivencia de la familia? Otra vez, ni los acontecimientos más trágicos impidieron los planes de Dios. Aunque no entendamos como él obra, debemos aceptar sus designios con humildad, fe y actitudes correctas. Posturas desatinadas o rebeldes ante nuestros infortunios jamás evitarán el cumplimiento del plan divino. Tales reacciones solo nos dañan a nosotros mismos.

¿Conoces los héroes de la fe en Hebreos 11? No te sorprenda que Jacob aparezca entre ellos. Salvo algunos, muchos de los mencionados tuvieron experiencias de las cuales jamás se jactarían. No obstante, creyeron las promesas de Dios y si algunos murieron sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo (11:12). También se nos aclara que Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos (11:16b). ¿Has leído bien? ¡Él no se avergüenza de ser Dios de los héroes de la fe aunque a veces no obraran como se esperaba de ellos!

Nadie es perfecto, hermana o hermano mío, incluyéndonos tú y yo. Andamos un camino de fe en el cual a todos nos falta mucho. Como Pablo, también cargamos aguijones que solo por la gracia de Dios sobrellevamos. Conocer que Jacob el suplantador fue un héroe de la fe nos anima y a su vez nos alerta. Seamos generosos al juzgar a los demás si nos defraudan. ¿Acaso todas nuestras acciones han sido siempre irreprochables?

Recordemos que cuando Dios nos observa, le interesa más el futuro que nuestros errores pasados. Diferente a los humanos, proclives a resaltar lo que según nuestra opinión los demás hacen mal, Dios mira todo lo bueno que podríamos hacer en lo adelante. ¿No fue así con el apóstol Pedro? Dios no se sorprende por nuestros desaciertos: ¡nos conoce perfectamente! Nos quiere a su lado confiando en que sus planes gloriosos se cumplirán a plenitud.  

Vivimos una época turbulenta. Una pandemia atroz amenaza nuestras vidas y agudiza grandísimos problemas sociales que según donde vivamos, sufrimos unos más que otros. Muchos estamos sobre un polvorín, estresados y afectados psíquica y espiritualmente. Nos alteramos con facilidad, perdemos la paciencia y la cordura ante los terribles dilemas que enfrentamos. Más que nunca, debiéramos esforzarnos por actuar con sabiduría, con mucho tacto y amor cristiano. No hacerlo sería otro desatino y una desobediencia más.

Como personas de fe, confiemos en la soberanía divina y en los planes eternos de nuestro Dios misericordioso. ¿Qué hacer ante tanto desatino en la conducta humana contemporánea? Estamos ante un hervidero de ideas disímiles y acusaciones mutuas donde cada cual pugna por denigrar al contrario sin misericordia, prudencia, compasión ni empatía. Lastimosamente ocurre en cualquier frente; ya sea familiar, político, religioso, científico, social, etc. Mientras tanto, la pandemia ya mató a más de cuatro millones de personas y enfermó a más de doscientos seis mil millones —sin contar a quienes no logran aparecer en las estadísticas—, y nuestra civilización súper desarrollada no logra vencerla. ¿Nos humillaremos alguna vez y pediremos perdón por toda la fanfarria que desplegamos?

Observando las noticias nacionales e internacionales, me horrorizan las conductas y las reacciones humanas. Dios está hablándonos a gritos pero el orgullo, la soberbia, la avaricia y la insensatez impiden a muchos escuchar su llamado. Acojámonos a su misericordia y a su gracia. Él jamás abandonará a quienes en verdad le busquen… a pesar de sus errores. Personalmente, me ha dado paz aferrarme al siguiente texto:

Ninguna palabra corrompida salga de nuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes, sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo (Efesios 4:29-32).

Te invito a meditar, palabra por palabra, sobre esta porción bíblica. ¡Claro que sus enseñanzas no bastan para resolver nuestros problemas sociales ni la amenaza pandémica! Pero si las obedecemos, cambiaremos nuestras actitudes y tal vez atinemos a bendecir a muchos en medio de estos tiempos tan difíciles. Amén.

¡No dejes de oir este himno precioso!

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