Los héroes del Siglo XXI

¿Sabías que puede haber héroes en todas las esferas de la vida? La heroicidad no solo se muestra en guerras o batallas victoriosas porque pueden existir héroes tanto en el bando vencedor como en el perdedor. Además, casi siempre los verdaderos héroes mueren ignorando que lo fueron. Así ocurre porque renunciando a sus beneficios personales, no necesitan incesantemente ser admirados ni reconocidos. ¿Habrá héroes en el siglo XXI?

¿Acaso no escasean la renunciación, el sacrificio, el trabajo desinteresado, la austeridad, el decoro y la moderación? Ahora brillan más el exhibicionismo, la popularidad, la búsqueda de la fama y los placeres personales a toda costa. Por eso muchos verdaderos héroes a veces mueren en la sombra. Hablando de los héroes de la fe, La Biblia aclara: de los cuales el mundo no era digno (Hebreos 11:39).

El concepto bíblico sobre el heroísmo parece ser una virtud perdida pues los paladines de la Biblia se destacaron en áreas que hoy no resultan atractivas. La heroicidad de Abel fue ofrendar a Dios como debía; la de Enoc, vivir en íntima comunión con él; la de Noé, obedecerle sin escuchar la burla de todos; la de Abraham, creer en la promesa divina aunque fuera absurda; la de Moisés, renunciar a privilegios palaciegos guiando cuarenta años a un pueblo rebelde por un desierto horrible. ¡Si queremos obedecer y honrar a Dios, no debieran sorprendernos algunos retos que la vida nos presenta!  

Como los héroes se entregan sin reserva a sus deberes, impactan mucho los que se mencionan en Hebreos 11. Para muchos hoy en día la vida ideal es recostarse a la brisa y bajo una sombrilla en una playa tropical, disfrutar de cuanto entretenimiento encontremos en nuestros equipos electrónicos o conseguir a como sea cuanto antojo se nos ocurra. Creen que el supremo bien es vivir de fiesta en fiesta —o de culto en culto si es que son cristianos—, disfrutando siempre lo más posible. ¡Claro que adorar y disfrutar es bueno y necesario! No obstante, nuestros deberes nunca deben abandonarse con tal de vivir en constante disfrute.  

Quien viva solo para sí mismo no logrará mucho de valor. Bien expresó José Martí que el triunfo es de los que se sacrifican. Tampoco alcanzamos promesas sin afianzarnos en la fe ni escapamos a consecuencias dolorosas si no actuamos con integridad. Si la filosofía contemporánea nos repite que la vida es un carnaval, la de Cristo implica cargar la cruz e ir en pos de él. ¿A quién seguimos? Si actuamos exclusivamente buscando nuestra conveniencia, comodidad y bienestar puede que estemos en el bando equivocado.  

Según la Biblia, los héroes se crecen en las experiencias difíciles. Lea Hebreos 11 y comprobará que regularmente les toca lo peor: vituperios, azotes, prisiones, cárceles, pruebas, apedreamiento, muerte, emigración, angustias, pobreza y maltratos. ¿Será que es imposible ser héroe viviendo lo que suele llamarse la buena vida? Por cierto, puede que cada vez todo resulte más difícil de ahora en adelante para quienes no estén dispuestos a renunciar a los principios bíblicos y continúen predicando el mensaje del evangelio con todas sus implicaciones.

Si continuamos catalogando como pecado a las conductas que la sociedad cada vez más acepta como legítimas aunque la Biblia las condene, nos esperan críticas, enfrentamientos y persecuciones. Jesús lo profetizó: Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros (Juan 15:58). Y el apóstol Juan lo recalcó: Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece (1 Juan 3:14).

Muchos interpretan la vida abundante que Jesús prometió como una existencia de riquezas y disfrutes sin límite, lo cual está lejos de la verdad. Si queremos vivir siguiendo a Jesucristo, recordemos solo podemos lograrlo cargando su cruz. Por lo tanto, no te preocupes mucho si la vida te está llevando recio. Puede que te esté ofreciendo la oportunidad de ser un héroe. ¡Aprovéchala!   

Otra realidad es que los héroes mueren persiguiendo su ideal: Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra (Hebreos 11:13). Dos veces se nos advierte: no recibieron lo prometido (Vs. 13 y 39). ¿Te asusta? La idea de que podemos lograr en la vida todo lo que deseamos es un concepto mundano. Sí, suspira hondo cuando debas renunciar a algunos de tus sueños. ¡Eso es parte del proceso de crecimiento espiritual!

Todos estamos de paso en este mundo. Debemos proseguir sin claudicar hasta nuestro último aliento, aferrándonos a los principios y valores de nuestra fe. A fin de cuentas, obedecer y agradar a Dios es nuestro mayor galardón aunque otros piensen de nosotros lo que quieran. Eso nos ayudará, incluso, a intentar otra heroicidad bíblica que aunque para muchos es absurda, es un reclamo de Jesús: Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seais hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45-46). ¡Oh Dios, qué dificil! Al menos ayúdanos a orar como Esteban cuando lo apedreaban.  

La última lección es que los héroes perfeccionan su historia en sus sucesores. Así nos sorprende la última idea de este capítulo magistral: proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros. (Hebreos 11:40). ¿Ellos, los héroes de la fe, perfeccionados junto a nosotros? Lo son por el ejemplo y la inspiración al que conocer sus historias nos anima a entregarnos como ellos hicieron.

Del mismo modo, gracias a nuestra salvación en Cristo, nosotros podemos ser héroes de la fe para quienes nos sobrevivan. ¡Qué gran consuelo a padres y madres que viven clamando por la salvación y la consagración de sus hijos! Si eres uno de ellos, continúa orando con fidelidad. No claudiques. Si no ves en vida la respuesta a tus oraciones, muere abrazando tu ideal. ¡Dios es experto en obras póstumas! Nuestra muerte no puede impedir el triunfo de la causa a la que entregamos la vida ni la respuesta de Dios a nuestras oraciones. ¿Lo ignorabas? Recuerda que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).

¡Qué gran consuelo para pastores y maestros cristianos que a veces temen haber arado en el mar! Habrá muchas sorpresas en el cielo, hermano y hermana mía. Personas con las cuales creemos haber perdido nuestro tiempo nos sorprenderán delante del trono del Cordero alabando Su gloria. Podemos confiar en que el futuro perfeccione lo que hemos hecho y que fructifique todo lo que con amor sembramos. Por ello vale la pena no ceder a la corrupción y vivir contracorriente. Podemos partir pero no impedir que Dios se manifieste y ocurran grandes cosas después de que marchemos. Así nuestra obra será perfeccionada. Lo inútil y vergonzoso es ceder a la presión de un mundo que en proceso de corrupción se encamina al desastre final.

Los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11 escogieron una vida santa y piadosa, por ello se dice que de los cuales el mundo no era digno. Ellos brillaron sobre el mundo de su época porque se rebelaron contra la mediocridad, la incredulidad, la corrupción, la superficialidad y la desobediencia a Dios que les rodeaba.

Nosotros no podemos unirnos a la corriente que convierte a esta tierra en un lugar inhóspito, peligroso y deshumanizante. Muchas tragedias humanas por las que algunos culpan a Dios o a quienes le aman y le siguen, provienen del pecado, la corrupción y el creciente egoísmo humano. Debemos agradecer a los ecologistas porque en cierto modo, ellos confirman las enseñanzas bíblicas sobre las consecuencias de nuestras conductas pecaminosas sobre la naturaleza.

Podemos llegar a ser héroes de la fe del siglo XXI sin necesidad de ser arrasadores de likes en internet o prestarnos frívolamente a fotos en las redes —que corregidas con filtros, usando poses provocativas o exhibiendo privacidades— revelan hasta donde la mundanalidad domina más nuestras costumbres actuales que los valores espirituales que decimos poseer. No me refiero, por supuesto, a fotos familiares o de actividades fraternales y eclesiales, sino a aquellas que por simple imitación de lo que abunda dondequiera, parecen ignorar que los hijos de Dios han sido llamados a no conformarse a las costumbres mundanales, sino a buscar la buena voluntad de Dios agradable y perfecta (Romanos 12:2).  

Nuestra misión no es convertirnos en rutilantes y extravagantes estrellas mediáticas, sino alejarnos de la corriente corruptora que intenta adueñarse totalmente de la conducta humana. Mientras continuamos proclamando el glorioso —y poderoso— evangelio de Cristo, continuémonos mostrándonos de la manera piadosa, prudente y sabia a la cual Cristo nos llama. También urge que enfrentemos con esperanza y gracia las adversidades; dispuestos a vivir y morir persiguiendo nuestro ideal. Solo así las próximas generaciones tendrán la posibilidad de conocer un cristianismo puro y limpio, que no claudica mezclándose con las corrientes de la época.

Tal como hacen los salmones, urge que remontemos el viaje de regreso a nuestras raíces. Estos increíbles peces nadan contracorriente retornando a las aguas tranquilas y limpias donde nacieron, asegurando así la continuidad de la especie. Vencen todos los obstáculos para lograrlo. Ellos lo hacen por instinto. Nosotros debemos hacerlo por convicción.

La convicción que nos apremia a vivir contracorriente.

¡Ejerzamos la libertad gloriosa de vivir como hijos de Dios!

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